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Un grupo de trastornos –en los que se incluye la dislexia–
Son las nueve de la mañana y Antonio, de 16 años y estudiante de primero de bachillerato, llega al colegio.
Empieza el día con clase de lengua, la asignatura que, junto a los idiomas, más le cuesta. El porqué es sencillo: es disléxico.
El simple hecho de analizar una oración, hacer un dictado o leer un texto que su profesora propone es para él mucho más complicado que para sus compañeros.
El suyo no es un caso aislado: “en España entre el 10% y el 15% de la población sufre algún tipo de ‘dificultad específica del aprendizaje’.
Un grupo de trastornos –en los que se incluye la dislexia– que son responsables de cuatro de cada seis fracasos escolares”.
Así lo explica Iñaki Muñoz, presidente y embajador para Hispanoamérica de la Organización Internacional de las Dificultades Específicas de Aprendizaje, OIDEA, y presidente de la Asociación Dislexia y Familia, DISFAM.
Los síntomas de la dislexia son muy variados: la confusión de letras y de sílabas, omisiones de letras y palabras al escribir o problemas de coordinación psicomotriz.
“Cuando observamos que un niño o niña, en el colegio, es inmaduro para su edad, le cuesta la lectura o no le gusta, y tiene problemas para situarse en el tiempo –días de la semana, meses u horas– podemos pensar que, probablemente, sufra dislexia”, comenta Muñoz.
Pese a las distintas teorías que explican las causas y manifestaciones de este desorden del aprendizaje, “todas lo presentan como un problema fundamentalmente fonológico”, explica Manuel Carreiras, director científico del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje (BCBL por sus siglas en inglés).
Los disléxicos tienen dificultades para identificar un sonido concreto con un grafema –la unidad mínima de la escritura de una lengua–, en este caso con una letra. Algo que, normalmente, se aprende cuando se empieza a leer.
Algunos tienen asociados otros trastornos como la dispraxia –dificultad para la coordinación psicomotriz– o la discalculia –problemas con las matemáticas y la comprensión del tiempo–. A veces, además, los disléxicos sufren problemas de oído.
Adquirida y evolutiva
Los expertos distinguen varios tipos de dislexia: la adquirida, producida tras un accidente cerebrovascular o un traumatismo craneoencefálico o tumor; y la dislexia evolutiva, que se manifiesta durante el desarrollo de la persona.
“Hoy en día hay, además, estudios que consideran que la dislexia evolutiva tiene un origen genético”, añade Carreiras.
Ya en 2003 científicos de la Universidad de Helsinki (Finlandia) y del Instituto Karolinska de Suecia, afirmaron que el gen DYX1C1 tiene un papel importante en la migración neuronal y, por tanto, podría explicar la presencia de la dislexia.
Para abordar este trastorno de forma satisfactoria es imprescindible que se diagnostique de forma temprana.
Muñoz explica que “para evitar que el niño tenga secuelas emocionales como depresión, ansiedad, fobia escolar o trastornos del sueño y de la alimentación, es importante que familias y profesionales estén bien informados y actúen para saber qué está pasando”.
Actualmente existe el protocolo de detección Prodislex, elaborado por expertos y que se puede descargar de forma gratuita en la página web de la Asociación Disfam.
La aparición de las señas características de la dislexia a una u otra edad varía en función de la persona. Los expertos aseguran que lo más común es que los problemas aparezcan cuando se empieza a leer. Sin embargo, “en otros casos no se detecta hasta que llegan a bachillerato o incluso a la universidad”, apunta Muñoz.
Problemas para calcular el tiempo
Los padres de Antonio se dieron cuenta de que pasaba algo cuando tenía seis años, porque los profesores notaron que “estaba muy despistado y no recordaba las cosas que leía, tenía que releerlas una y otra vez”, explica su madre.
Y, sobre todo, “me costaba mucho saber cuánto tiempo era una hora o un mes”, explica el joven. Algo que le sigue pasando.
Al principio los profesores recomendaron a su madre que no se preocupara, que algunos niños aprenden más despacio que otros.
Pero cuando llegó a tercero de primaria, tras ser aconsejada por una profesora, decidió llevar a su hijo a un especialista.
Entonces le diagnosticaron dislexia y fue cuando empezó todo: las visitas al logopeda, las clases de refuerzo y el trabajo en casa para ponerse al día con las asignaturas.
Actualmente, el joven necesita apoyo particular para prácticamente todas las materias que estudia, lo que le ha permitido aprobar siempre todo y no repetir ni un solo curso.
Tener unos resultados satisfactorios en el colegio es posible con la ayuda necesaria porque, pese a los problemas y dificultades derivados de este trastorno, la dislexia no merma las capacidades intelectuales.
Según Carreiras, “su inteligencia es completamente normal y pueden hacer una vida como la de cualquier otra persona”.
Así, pueden desarrollar una carrera profesional de éxito, como ya hicieron el expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el famoso actor Tom Cruise.
Las emociones también se descolocan
Además de los déficits cognitivos producidos en el procesamiento fonológico que sufren los disléxicos, existe también una dimensión emocional que subyace en este tipo de dificultades del aprendizaje.
Según Sylvia Defior, psicóloga especializada en dislexia y profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad de Granada, “la dislexia genera efectos socioemocionales y de atención en algunos casos”.
Unos aspectos a los que, asegura, hay que prestar atención cuando se hace el diagnóstico.
Desde la Disfam advierten de que los niños con trastorno de aprendizaje, especialmente los disléxicos, pueden manifestar alteraciones en su vida afectiva debido a sus fracasos en el colegio y en su vida cotidiana.
Esto ocasiona problemas emocionales y de comportamiento, como ansiedad, problemas de alimentación o de sueño y cambios de humor.
Por eso, Defior considera que en los exámenes es conveniente “explicarles las preguntas, darles más tiempo para contestar, permitirles utilizar recursos de apoyo y no penalizarles en exceso cuando cometan errores ortográficos”.
Para facilitar el proceso educativo a quienes sufren dislexia, la tecnología aplicada a estos alumnos es un campo importante para su apoyo en las aulas.
Actualmente existen instrumentos como ClaroRead, un programa multisensorial que pone voz a textos escritos en más de 40 idiomas y que, “como todas las tecnologías que contribuyan a la mejor educación de los disléxicos, es un paso adelante”, comenta Defior.
Al tiempo que la tecnología evoluciona y que los centros educativos mejoran su apoyo a quienes sufren este trastorno, es necesario que se siga investigando la dislexia porque, concluye Carreiras, “estaremos en mejor disposición de diseñar métodos más efectivos que mejoren la calidad de vida de este numeroso colectivo”.
Un objetivo al alcance de la sociedad.
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