En parejas, "guías" y canes recorrieron la pista de exhibición improvisada.
"Nos ayudan mucho en situación de nervios y, además, nos dan cariño", dijo Cristina sobre Mary, la hembra mestiza de 8 años que la acompañaba, y los otros cuatro perros que esperaban a un lado su turno con otras participantes.
Sólo un bullmastiff entrenado como los demás aguardaba su presentación fuera del salón.
Enseguida, comenzaron las secuencias de obediencia básica y algunos truquitos, como acotó la locutora de la Radio FM Desate, que funciona en el Moyano y transmitió en directo la III Muestra del Programa Terapia Ocupacional Asistida con Animales (Toaca), del Servicio de Rehabilitación del hospital.
El programa comenzó en 2008 para pacientes con enfermedades psiquiátricas de larga evolución (trastorno bipolar, esquizofrenia, psicosis, entre otras) y en mayo del año pasado se amplió a las internadas en el Servicio de Emergencias por alguna descompensación o recaída, como brotes psicóticos o crisis depresivas o de angustia.
De uno u otro modo, ya incluyó a 94 pacientes: 54 con trastornos crónicos, como esquizofrenia o trastorno de personalidad, internadas, en tratamiento ambulatorio o atendidas en los consultorios externos, y 40 derivadas del Servicio de Emergencias para un trabajo individual.
"A veces -dijo la licenciada Mariela Brizi, una de las coordinadoras-, las pacientes continúan asistiendo de manera ambulatoria una vez dadas de alta. En esos casos, la permanencia promedio es de 4,5 meses, con un rango de entre 1 mes y 2 años.
El compromiso o la adhesión al tratamiento es del 64%, algo importante si se tiene en cuenta que la motivación es uno de los factores más afectados en la enfermedad mental."
El trabajo está a cargo de dos equipos de voluntarias, que trabajan sin remuneración, y sus perros. Brizi y otras dos licenciadas en terapia ocupacional, todas profesionales de planta del Servicio de Rehabilitación, se dividen para coordinar las clases.
"En general, no tenemos criterios de exclusión por que el programa pueda perjudicar la salud de alguna paciente.
El único sería sentir rechazo hacia los animales, ya que no se trabaja una fobia o la necesidad de superar el temor a los perros", explicó la licenciada Josefina Larregui, otra coordinadora.
Ningún temor mostró Verónica al presentar a Nano, un elegante caniche gigante negro azabache.
"Lo elegí porque era un desafío para mí", dijo con la misma voz firme que usó para darle las órdenes después de soltarle la correa. "¡Junto, Nano!", le indicó, y comenzaron a caminar a la par hasta llegar a un escenario en el fondo del salón. Nano, una vez arriba del escenario, recibió otra indicación y se sentó.
Verónica dio media vuelta, dio varios pasos y dio otro giro. Bastó un "¡Acá, Nano!" para que el enorme caniche corriera a recibir una recompensa que Verónica llevaba dentro de una riñonera.
El saludo final, a pedido de su "guía", fue sentado, con las patas delanteras en alto.
La exhibición concluyó con una pasada de agility , un deporte canino con obstáculos.
Los mestizos Mary y Pappo, Nano y Africa, un caniche toy tan negro como la versión gigante, y Sombra, el caniche toy gris acero de Brizi, se lucieron al atravesar un túnel, saltar dos vallas y pasar por un anillo hasta llegar al podio y sentarse.
También Cristina, Naty, Verónica, Barby, Graciela y Silvia mostraron sus avances en capacidades tan variadas como el contacto visual, la expresión del afecto y de las emociones espontáneas, la tolerancia a la frustración, el respeto por el sentimiento ajeno, la orientación del cuerpo en relación con el otro, el manejo de la ansiedad, la organización temporal, la atención, la comunicación no verbal, la resolución de problemas y hasta la toma de decisiones, entre muchas otras.
"Con ayuda de los perros, que están entrenados, trabajamos las áreas de desempeño motor, cognitivo, sensorial, psicológico y afectivo.
Darle órdenes de obediencia a un perro implica todo eso", indicó Brizi, docente del curso de terapia asistida con animales de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA.
Todo, como si fuera un espacio de juego.
"Es un juego en el que ellas deben utilizar las habilidades que necesitan para vivir, como fijarse horarios o habilidades motrices como las que necesitamos para vestirnos; la coordinación, la postura y el equilibrio, que estas enfermedades dañan", apuntó la licenciada Lorena Heit, la tercera coordinadora.
Fabiola Czubaj
LA NACION
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