martes, 12 de abril de 2011

La resiliencia, una opción para tratar el estrés docente


El malestar docente “se cura” o, al menos, no tiene por qué ser permanente.

La sensación de agobio, la falta de reconocimiento y de perspectivas, las situaciones de violencia, son algunos de los promotores del estrés que pueden convertirse en la antesala a las carpetas psiquiátricas que se cuentan por miles en la provincia de Córdoba.

Y si el maestro no está bien, los alumnos no lo estarán.

Salir de esa situación suele ser demasiado complejo, pero la resiliencia puede tener algunas respuestas.

La resiliencia es la capacidad que tienen todos los seres humanos de desarrollar fortalezas frente a situaciones difíciles o traumáticas.

“Pone la mirada en lo que se tiene y no en lo que nos falta.

Se trabaja desde las partes sanas del individuo en vez de las enfermas y trabaja con el proceso”, explica Adelia Setto, presidenta de la Fundación Añil, que hace una década trabaja en resiliencia con niños y, hace dos años, promoviendo las fortalezas de padres.

En gran cantidad de casos, la atención a los papás fue tan eficaz que muchas veces no fue necesario trabajar tanto con los niños.

“Ayudando a los adultos se ayuda de manera directa a los niños”, plantea Setto.

En este sentido, y con este enfoque, la Fundación abordará este año la temática del estrés en los docentes.

Lo que sí se puede es la clave.

La intención es que el maestro descubra su potencial para recuperar la vocación menguada por el estrés.

“En la medida en que la persona descubre lo que puede hacer, puede influir de manera positiva en el otro.

Una clave es transformar los mecanismos de defensa frente a una situación difícil en estrategias protección”, plantean desde Añil.

Trabajar de esta manera implica autoconocerse, expandir la conciencia personal.

Saber sobre las propias potencialidades, a la vez, lleva al autocuidado, explican.

De esta manera, es posible discernir cuándo hay alguna amenaza externa y cuándo se puede hacer algo desde el interior del propio individuo, para que la situación cambie.

“Los niños pasan por situaciones muy fuertes en esta época de la historia de cambios vertiginosos.

Esto afecta a quienes los cuidan y a quienes los educan.

Es difícil transmitir felicidad y calma si uno no la tiene.

Trabajar la resiliencia en el adulto nos da entonces un doble beneficio”, explica Setto.

Encauzar el potencial.

El método de la resiliencia está unido, de alguna manera, a los conceptos de la psicología humanista-transpersonal, que atiende a la vez las emociones, el cuerpo y el intelecto y a todo el bagaje sano que el individuo que todavía no ha puesto de manifiesto.

No es mágico.

Por el contrario, la persona debe atreverse a mirarse por dentro.

Es una decisión personal ver qué hacer en medio de la catástrofe.

Los beneficiarios son el entorno.

La resiliencia también puede aplicarse en el interior de las instituciones.

Setto asegura que en el potencial no encauzado de una persona anida el germen de la violencia.

“Las cárceles están llenas de personas que no tuvieron un tutor de resiliencia para mirarlos y ayudarlos a encauzar su potencial. Y los neuropsiquiátricos, también.

Porque la potencia postergada no se pierde, se transforma en violencia”, asegura Setto.

Y agrega que la apuesta al desarrollo de potencialidades humanas es una apuesta a la paz porque el potencial humano desarrollado no necesita de la violencia.

“No hay individuo, que haya descubierto lo que le gusta y pueda desarrollarlo, que tenga ganas de agredir a otro.

Por eso, promover resiliencia es una apuesta a la paz”, sostiene.

Voluntad de cambio.

La resiliencia está atada a la voluntad de cambiar.

Es como dicen los científicos humanistas cuando ponen como ejemplo la planta que pierde fuerza cuando está a la sombra pero que no se queda ahí, se estira hacia donde está la luz.

Ese es el primer paso para estar mejor.

“No digo que uno no necesite de los cuidados de la salud, pero hay cuidados que sólo los prodiga uno mismo.

Sobre esas posibilidades hay que indagar y, quizá, se pueda superar una carpeta psiquiátrica o un determinismo”, reflexiona Setto.

Los maestros, creen en la Fundación Añil, tienen derecho a indagar en sus particularidades ya que de eso dependerá quizás la felicidad con la vocación que eligieron.

De otro modo, se preguntan, “¿cómo se puede ayudar en la realización de un alumno si el estrés opaca las capacidades?”

lavoz.com.ar

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