lunes, 21 de mayo de 2012

Para los psicólogos, el hábito de postergar ya es una “epidemia”


Lejos de ser haraganes, los procrastinadores son personas responsables pero con grandes dificultades para ponerse en acción. 

El trastorno aparece cada vez más en las consultas. 

Las redes sociales, una de las principales distracciones.


"Es una sensación. 
Estoy ahí, tengo que hacerlo, pero es como si algo superior me atara de pies y manos. 
Es desesperante”, cuenta Bárbara Otero. 


Tiene 28 años, respira profundo e intenta describir lo que cada vez más personas padecen y que para muchos especialistas se ha convertido en una verdadera epidemia moderna: la llamada “procrastinación”, o el hábito de postergar.


Se trata de un trastorno psicológico que hace mella en la conducta. 


Según los expertos, en la Argentina es muy frecuente que se presente en las consultas psicológicas y mucho más en los últimos años. 


“En las consultas se ve mucho la dispersión, tanto en el trabajo y los estudios como en el cortejo. 
A la gente le cuesta mucho empezar. 
Si bien nadie consulta directamente por ser procrastinador, en la mayoría de los casos la procrastinación es motivo de angustia.”


Lejos de ser vagos, los postergadores son personas excesivamente responsables, pero con una inmensa dificultad para ponerse en acción. 


Las razones pueden ser muchas: la imposibilidad de realizar el duelo del término de etapas o procesos y la multiplicidad de tareas, son las más frecuentes. 


Y también el exceso de estimulación tecnológica que se vive en la actualidad, con el furor discursivo de las redes sociales quitándole tiempo a las acciones concretas.


“La gente está más indefinida porque la estimulación es infinita. 
Saber qué hacer es complicado y más cuando se busca la perfección”, explica Harry Campos Cervera, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). 


“Muchos creen que pueden controlar el tiempo, y que lo que no hicieron hoy, pueden hacerlo mañana sin ningún tipo de consecuencia.”


El dejar lo que hay que hacer hoy para mañana es una constante: estudio, trabajos, decisiones, paternidad, todo. 


Si bien los especialistas afirman que la mayoría de la población lo ha sufrido al menos una vez en su vida, hay quienes desarrollan este trastorno de forma crónica y los acompaña durante toda su vida, generándoles graves problemas, frustración y angustia.


“Es la nueva epidemia”, infiere Horacio Krell, director del Instituto de Lectura Veloz, 
Estudio y Memoria (ILVEM), y continúa: 
“Siempre hubo procrastinadores, pero en los últimos años, con la tecnología disponible, son más patentes. 


El ser humano está estancado, y se nota desde que el hombre es ‘multitarea’ y está hiperconectado. 


Las personas carecen de método para encarar los problemas y organizar los horarios”.


Bárbara es estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UBA. 


Terminó de cursar en 2008, pero aún posterga la entrega de la tesina, el paso necesario para obtener el título. 


“A veces creo que me gusta posponer. 
Me distraigo con Facebook, con Twitter y mi Blackberry, o haciendo cualquier otra cosa, pero la verdad es que sufro mucho porque es un peso que llevo en mi cabeza todos los días”, cuenta la joven a Tiempo Argentino.


Por más que se quiera, “el problema no se puede controlar con el intelecto y el decir ‘mañana empiezo’ o ‘mañana sí o sí’, pasa a ser una simple racionalización defensiva. 


Pero es importante no confundir con la razón algo que es psicológico”, expresa Any Krieger, psicoanalista.


Un lugar común entre los eternos postergadores es la idea de que  existe una relación íntima entre sus potencialidades y un “ideal” muchas veces inalcanzable. 


“Es como si siempre estuvieran mirando la zanahoria, pero en vez de hacerlos avanzar, ese ideal se convierte en un objeto de admiración, como si con el acto de alcanzarla, de comerla, fuera a romperse el ideal, y después ¿qué?”, sostiene Harry en diálogo con este diario. 


“Aparece el miedo de quedarse sin el motor que impulsa su vida”, agrega.


“Si hacés y te equivocás, aprendés y podés rectificar. 
Pero si no hacés, te sentís mal, impotente”, asegura Pablo Durán, un estudiante de Ciencia Política de 35 años. 


“Me molesta que me digan que le ponga voluntad. 
Intento, pero creo que eso es lo que me falla, la voluntad.”


Fernado García es doctor en Psicología y coordinador de investigación de AIGLE. 


“La idea de empezar a trabajar en un proyecto es lo que no resulta grato, y comúnmente porque el inicio enfrenta a los procrastinadores con sus limitaciones, y las dificultades propias de la situación.” 


Según los psicólogos, la conducta de la postergación puede modificarse, dependiendo de la severidad de cada caso. 


Las alternativas son la terapia psicoanalítica, o la cognitivo conductual, que varían en sus métodos. 


“Lo mejor es que si la persona se siente reconocida frente a los síntomas y su vida se ve afectada de forma negativa, realice una consulta de inmediato con un especialista”, destaca Krieger.


“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” es, en consecuencia, una de las frases más resonantes, sino la más tortuosa para los procrastinadores, que suelen repetírsela una y otra vez, y de la misma manera tienden a esquivar su significado.


infonews.com

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