sábado, 14 de agosto de 2010

Hacia el fin de la privacidad


Con el auge de las redes sociales y el triunfo del narcisismo, todos los datos personales -desde el nombre propio y la dirección de e-mail hasta las opiniones políticas, los gustos y las fotos familiares- circulan sin control por la red.


Y aunque las voces de alerta se multiplican, a pocos usuarios parece importarles hacer de su intimidad un show.


Cuáles son los riesgos del destape on-line

Sin jerarquías y sin censuras, Internet puso al alcance de la mano la información sobre todo y acerca de todos.

El acceso ilimitado al saber significó un avance formidable para la humanidad, pero borró las fronteras que separaban lo íntimo de lo público.

Con el auge de las redes sociales, todos los datos personales -desde el nombre propio y la dirección de e-mail hasta las opiniones políticas, los gustos y las fotos familiares- circulan ahora sin control por la Red.

Nadie parece ya ser dueño de su privacidad, pero a pocos parece importarle.

"La edad de la privacidad ha terminado", dijo Mark Zuckerberg, el joven prodigio que creó Facebook, cuando arreciaban las críticas por su decisión de hacer públicos los intercambios de los miembros de la Red.

No estaba errado, si se atiende a los 100 millones de perfiles de la red social que fueron robados hace dos semanas por un hacker y expuestos a la mirada de todos los que quisieran descargalos.

Subir fotos a Flickr, compartir videos en YouTube, contar las experiencias personales en un blog, presumir de amistades en Facebook y detallar en 140 caracteres lo que se está viviendo a través de Twitter son parte de la rutina de muchos habitantes del siglo XXI.

Pocos años atrás, la moda virtual era segmentar el yo, simulando diferentes personalidades en cada foro por el que se navegaba.

Así, nadie sabía muy bien quién se escondía tras un seudónimo en un chat o un videojuego. En este sentido, el mayor temor era ser engañado por otro disfrazado.

Hoy, en cambio, se impone ser uno mismo y gritarlo a los cuatro vientos de la Red. Cada persona quiere comunicar instantáneamente sus opiniones, sentimientos y preferencias al resto del mundo.

Es el triunfo del ego, pero de un yo diluido en la comunidad.

El miedo, en todo caso, es quedar aislado de los otros.

"La era de la conexión constante está disolviendo la membrana entre el yo privado y el yo público.

Las tecnologías totémicas de nuestro tiempo -el celular, el iPod, el BlackBerry- están dando vuelta nuestra psique, invirtiendo las polaridades de lo público y lo privado. Convierten a la soledad en algo portátil.

Cada vez más estamos solos en público, ajenos al mundo que nos rodea", describió Mark Dery, gurú norteamericano de la cibercultura y autor del libro Velocidad de escape .

Para el 26% de los argentinos que son usuarios de Facebook, el impulso de escribir o subir una foto es difícil de resistir; pero eso no siempre implica ceder la intimidad.

"Lo que se considera el mundo privado exhibible cambia según las épocas y de acuerdo con las edades", reflexiona Susana Finquelievich, investigadora del Conicet en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, quien estudia las formas de relación en la sociedad de la información.

De los 10 millones de argentinos que participan en las redes sociales, muy pocos parecen preocupados realmente por revelar cosas íntimas.

"Para los adolescentes, la esfera de privacidad es muy pequeña: se puede mostrar casi todo -sentimientos, ideas, fotos osadas- pero no los temores ni aquello que los torna vulnerables", revela la socióloga.

"Los adultos, en cambio, son más cuidadosos con lo que muestran.

Los jóvenes de hasta 30 años hablan de espectáculos, deportes, algo de política, pero no suben fotos. Hay más conciencia de que lo privado puede interferir en la vida laboral", agrega Finquelievich.

Como señaló la antropóloga argentina Paula Sibilia, autora del libro La intimidad como espectáculo , el concepto de espacio privado es una conquista de la modernidad. Pero, paradójicamente, la privacidad se tambalea en tiempos de individualidad extrema.

En la Web 2.0, todo está hecho para ver. Con la creación y el consumo de contenidos, los internautas actuales imponen una suerte de exhibicionismo militante y cultivan el bosque del millón de amigos (o "seguidores", según la jerga de Twitter).

El fenómeno comenzó con las revistas de famosos que exponían sus posesiones con desparpajo a las miradas de los otros.

Siguió con los reality shows, en los que se podía observar la vida ajena durante 24 horas.

Y explotó con las redes sociales, donde todos comparten lo que son o lo que quieren ser.

Espías descontrolados

El cotilleo, antes reservado a la intimidad de la familia y las fiestas, hoy se exhibe orondo en Internet. No se trata sólo de ventilar los trapos sucios de los ricos y famosos.

Ahora, cada uno puede aspirar a la celebridad publicando en la Red toda clase de intimidades, desde el colegio al que van los hijos hasta las canciones que silba en la ducha, pasando por fotos de la última borrachera, declaraciones de amistad para toda la vida o infidencias sobre relaciones casuales.

De todos modos, aclara la psicóloga Mónica Tesone, "las redes sociales no cambian la personalidad de la gente".

De acuerdo con la experiencia de la psicoterapeuta virtual, "la persona que se exhibe en Internet también lo hace en una reunión social cara a cara; tal vez las redes sociales potencian lo que cada uno es".

Como sea, Google entendió rápido de qué se trata la pasión por verlo todo.

Además de funcionar como buscador y correo individual, actualmente la megaempresa se dedica a trazar mapas satelitales (Google Earth y Maps) y a generar panorámicas de las calles de las ciudades mientras "accidentalmente" obtiene información de los que tienen Wi-Fi en los alrededores (Google Street View).

"¿Qué estás pensando?", inquiere Facebook sin vueltas. "¿Dónde estás ahora? ¿Qué estás haciendo?", hurga Twitter sin vergüenza.

Estas preguntas, que pueden resultar incómodas al entrar por primera vez a una red social, se transforman pronto en una tentadora provocación al narcisismo.

Más de 500 millones de personas -el 22% de los internautas- practican este ejercicio autorreferencial a diario en Facebook. Muchos aceptan ser etiquetados con nombre y apellido en las fotos, sin saber cómo podrían ser usadas luego por desconocidos.

"Lo que nadie contaría a la persona de al lado en el colectivo porque no sabe quién es, muchas veces lo informa alegremente en Facebook o Twitter a todo el que lo quiera leer.

Por eso, Andreas Weigend, ex jefe científico de Amazon, dijo que los datos que antes la KGB obtenía con presión o tortura, ahora todo el mundo los publica en Facebook", apunta Laura Siri, docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA.

"Las redes sociales usan los datos personales con fines de marketing y de publicidad dirigida", dice la investigadora. "Pero también es evidente que pueden ser usados con fines ilícitos.

Por ejemplo, hay pederastas que buscan por este medio fotos de chicos o adolescentes", agrega Siri.

"Se tiene la percepción de que las redes sociales en Internet poseen menos riesgos que otras operacioneson line , como las transacciones bancarias, pero no es así", asegura la abogada argentina Estefanía Santos, especialista en Derecho Informático.

"El 44% de los adultos británicos mantienen abiertos sus perfiles en Facebook", enfatiza la abogada del estudio DSMS.

"Si se googlea a alguien, saltan todos los perfiles de todas las redes sociales, ya que están indexadas", dice Santos, quien advierte que "es importante que los usuarios sepan que existe una ley que ampara su derecho a controlar sus datos personales".

Zuckerberg, el CEO de Facebook, alega que, para controlar la privacidad, basta con modificar la configuración con que viene por defecto la Red, indicando qué tipo de información pueden ver los "amigos", los "amigos de los amigos" o "todos".

Pero lo cierto es que muy pocos toman estos recaudos, que no son fáciles de habilitar para los que no nacieron con las computadoras.

Según un estudio realizado en Estados Unidos en 2008, apenas el 8% de los usuarios de Facebook modifica los patrones de privacidad de la Red, que está armada básicamente para que todos vean todo. Ni siquiera los muertos desaparecen de Facebook.

Precisamente esta eternidad de los datos comenzó a preocuparle hace dos años al periodista tecnológico Alejandro Tortolini, quien, junto con un colega rosarino, inició la campaña

"Reinventando el olvido en Internet" para ponerle una fecha de vencimiento a la información on line .

"Cuando alguien usa Internet, aunque no se dé cuenta va dejando un rastro y va armando una identidad digital.

El problema es que toda la información queda almacenada y hay que hacer un esfuerzo titánico para mantener la privacidad", explica Tortolini.

"Aunque uno borre una foto o un post subido a Internet, siempre quedará en la memoria de algún sitio o buscador", insiste.

Como respuesta a este reclamo, el navegador Firefox anunció que pronto impondrá una fecha de caducidad a los datos que maneja.

Alejandra Folgarait
Para LA NACION


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