Contra todos los mitos, ser un niño talentoso, con altas capacidades, no siempre es sinónimo de felicidad.
Para su desarrollo emocional e intelectual, necesitan un cuidado especial y ser atendidos en sus necesidades diferentes de las del resto
Ay, no, soy un monstruo!”
Ay, no, soy un monstruo!”
Eso fue lo primero que dijo Sofía cuando sus papás le explicaron que era superdotada.
“Tenía seis años y sentí por primera vez que el mundo se me venía abajo.”
Hoy, Sofía Terré tiene 8 años y es uno de los tantos chicos dotados –o, según los términos más usados, talentosos, con altas capacidades o baby gifted, como los llaman en Estados Unidos– que en la Argentina intentan adaptarse a un sistema educativo que no los tiene en cuenta.
“Tu hijo es un Einstein, ¿qué problema puede tener?
Esta frase circula en el imaginario popular, y no se concibe la idea de que estos chicos tengan problemas –afirma Héctor Roldán, coordinador general de Creaidea, un proyecto de asistencia a los niños dotados y talentosos–.
Les cuesta adaptarse, se aíslan, suelen tener bajo rendimiento en la escuela, se aburren y no encuentran motivación.”
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