sábado, 31 de julio de 2010

El karma de lo bueno y lo malo



Todos hemos oído hablar del karma, que no es más que la ley de acción y reacción, es el resultado del uso de la vida a través del tiempo, es el efecto de lo que hemos decidido libremente hacer, pensar, sentir e irradiar.

Obviamente no existe causa sin efecto, ni efecto sin causa, cualquier acto de nuestra vida, sea positivo o negativo, tendrá secuelas coherentes a la razón y al juicio.

El destino, a pesar de ser complejo y misterioso, es totalmente predecible y es posible afirmar ante nuestra forma de vivir, que la manera como lo hagamos hoy definirá nuestro modo de vida mañana.

El karma puede oscilar de un lado a otro en la balanza de nuestro proceder y con el paso del tiempo, el bien o el mal que hicimos, regresa como bumerán, en forma proporcional a la intensidad de nuestras acciones.

La vida misma es nuestro campo de batalla, donde debemos responsabilizarnos, protegernos, luchar, tratar de vivir, o morir; ser guerreros nobles o villanos, es nuestra propia elección.

En nuestro interior solamente existen dos clases de emociones o fuerzas, la negativa y la positiva, el bien y el mal, manifestados en todos los opuestos que pueda concebir la mente humana, con los que debemos luchar permanentemente y que nos incitan a decidir de una forma determinada, pero lo cierto es que nuestro verdadero propósito en este planeta es buscar una vida útil y feliz, permitiendo y ayudando a que otros vivan en esas condiciones.

Quienes llevan una vida regida por comportamientos errados están construyendo su karma negativo y a menos que hagan un alto, reconozcan sus faltas, reparen y construyan desde cero, en el futuro difícilmente logran ser felices.

Bienvenido este tipo de vida, cuando nos damos el chance vertiginoso de consentir un nuevo nivel de experiencia e información y habiendo entendido la lección, nos embarcamos hacia aguas mansas; pero difícilmente el hombre, poseedor de la corteza cerebral, del hipotálamo y del entendimiento, usa su capacidad de discernir y termina quemándose una y otra vez con la misma llama.

Es por eso que padecemos relaciones enfermas, comportamientos adictivos y vivimos nublados de ira, resentimiento, avaricia, envidia, orgullo, engaño, lujuria… sentimientos que polarizan nuestra existencia y nos someten inconscientemente a la autodestrucción y al caos.

Existe una potencia espiritual poco explotada, capaz de conducir cada uno de nuestros actos al plano de lo adecuado, hagamos lo posible por llegar e ese nivel y saquemos provecho de nuestra corta existencia terrenal.

Tenemos la facultad de elegir, pensar y actuar, pero muchas veces lo hacemos influenciados por factores externos que nos impiden ejercer nuestra condición de individuos, por eso irremediablemente buscamos que el mundo exterior nos vea de una forma diferente a como verdaderamente somos. Podemos ser efectivos en lograrlo, pero por más que evitemos que el otro se entere de nuestras acciones y sentimientos, no podemos engañarnos a nosotros mismos, porque nadie escapa de sus propios pensamientos, emociones y acciones y mucho menos de sus efectos secundarios

Jaime Andrés Jaramillo
elcolombiano.com

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