sábado, 20 de junio de 2009

"El pánico es más rápido que el virus"


Lo afirma el psiquiatra Roberto Ré, ante el aumento en los trastornos de ansiedad asociados al temor a la gripe porcina
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Algunos evitan los lugares cerrados y superpoblados (subtes, cines, oficinas); otros deciden directamente no salir de sus casas.
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Hay quienes dejan de mandar a sus hijos a la escuela y están aquellos que ante el primer estornudo corren a la farmacia a exigir Tamiflu.
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Asustados, angustiados, desorientados:
se sienten vulnerables ante una amenaza invisible y ubicua, el virus de la gripe porcina.
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"Estaba resfriada y ya comenzaba a pensar que tenía la gripe A.
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Veía a mis sobrinos y sólo pensaba en eso.
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Estaba obsesionada:
salía lo menos posible, me abrigaba de más para no enfermarme; tenía mucho miedo, era algo inexplicable", cuenta Julieta, empleada administrativa de 25 años, que la semana pasada decidió acudir al psicólogo sólo para ahuyentar esos temores devenidos en obsesión.
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"Vemos que hay personas que comienzan a enfermar por estados sugestivos, o que tienen temor a salir a la calle.
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Esto está provocando aislamiento.
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Es algo que comienza en los adultos, pero que después se transmite a los chicos, que empiezan a dormir mal, a estar inquietos o distraídos en los colegios", dice la licenciada Miriam Mazover, psicoanalista y directora del Centro Dos, institución dedicada a la asistencia y docencia en psicoanálisis.
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Mazover señala la coexistencia de dos fenómenos que se observan hoy en la asistencia psicoterapéutica:
"Mucha gente consulta porque ha entrado en pánico por la gripe porcina.
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Pero, por otro lado, el 30% de los 3000 pacientes que estaban en tratamiento en nuestro centro están faltando, y cuando los llamamos para preguntar por qué no vienen a la consulta nos dicen que tienen miedo a viajar en subte, miedo a trasladarse.
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Este nivel de ausentismo es algo que no vimos ni siquiera en la crisis de 2001, cuando los pacientes no venían porque no podían pagar el colectivo."
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"El pánico se propaga mucho más rápido que el virus, y afecta a más personas", afirma, por su parte, el doctor Roberto Ré, médico psiquiatra y director de la Red Sanar, una red de asistencia en salud mental, que cuenta con más de 60 centros en todo el país.
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"La epidemia de gripe A H1N1 ha generado cierto temor fóbico en la población, en tanto es un miedo excesivo e irracional a enfermar de gripe porcina, cuando es una enfermedad menos letal que la gripe común.
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Quienes lo padecen tienden a extremar las medidas para evitar contraer la enfermedad, lo cual las lleva a aislarse de su entorno."
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Para Ré, el pánico en torno a la pandemia de gripe porcina encuentra terreno fértil principalmente en aquellas personas propensas a los trastornos de la ansiedad.
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Y que no son pocas:
"Hay un 20% de la población que es especialmente susceptible a estos trastornos", precisa.
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"Creo que este aumento de la ansiedad actúa sobre ansiedades que ya estaban latentes -coincide la doctora Graciela Peyrú, psiquiatra, presidenta de la Fundación para la Salud Mental-.
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Ansiedades en relación con el VIH, y más recientemente al dengue.
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La gente oscila entre tener mucho miedo a los virus, frente a los cuales nos sentimos indefensos, y la sensación para nada justificada de que no está siendo correctamente informada sobre el tema."
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El resultado, coincide Peyrú con sus colegas, "es que estamos observando un aumento de los ataques de pánico, de las crisis de ansiedad, de los trastornos de ansiedad generalizada y de las fobias, que se dan mayormente en personas predispuestas a padecer estos trastornos".
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"Creo que si la gente pudiera escuchar con confianza a las autoridades [sanitarias] estaría más tranquila de lo que está -agrega-.
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El problema no es sólo temerle al virus, sino también el no confiar en las autoridades.
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Las fobias son también una expresión de no tener un acompañante confiable."
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En quién creer (y confiar)
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Pueden decirse muchas cosas de la pandemia de gripe porcina, pero no que lo que escasee sea información al respecto.
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Día tras día, las autoridades sanitarias internacionales y nacionales dan cuenta al detalle del avance de la pandemia como si los números de nuevos casos y decesos pudieran calmar el desconcierto al que nos enfrenta el surgimiento de un nuevo agente infeccioso.
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"El desconocimiento de cualquier índole nos provoca miedo, incertidumbre y muchas veces angustia; pero cuando ese desconocimiento se asocia a la enfermedad orgánica, la angustia se incrementa, porque nos conecta con la muerte -explica Mazover-.
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Y no tenemos ningún tipo de representación sobre la muerte; por eso nos angustiamos y podemos entrar en pánico."
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"Si las autoridades competentes pudieran aportar la mayor cantidad posible de representaciones sobre la enfermedad, la angustia de la población mermaría", afirma Mazover.
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Y toda la información que hoy circula sobre el virus de la influenza A H1N1, ¿no ayuda?
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"La información transmitida espasmódicamente, tipo spot publicitario, no sirve -responde-.
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No basta con saber ante qué síntomas consultar al médico, lo que hace falta es una bajada oficial de información coherente, sobre qué es la enfermedad, cuáles son sus límites y su alcance."
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Y agrega:
"Hacer un zapping de información es enfermante, ver que hoy murió una persona, mañana otra... la información fragmentada sólo aumenta el desconocimiento.
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Hay que ir a las fuentes confiables: yo llamé al pediatra de mi hijo y le pedí que me cuente qué es la enfermedad; él me explicó y yo me tranquilicé".
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El pediatra, el médico de cabecera... buscar una palabra calificada en quien uno confíe, y no dejarse llevar por una multitud de fuentes imposibles de articular en un discurso coherente.
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Llenar entonces el vacío ante el que nos enfrenta una enfermedad nueva; eso, sostiene Mazover, es el mejor antídoto contra el pánico.
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En los casos en que la ansiedad y la angustia estan instaladas, y resultan ingobernables, buscar ayuda psicoterapéutica es el camino.
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"Es primordial realizar un diagnóstico del trastorno que ocasiona este temor desproporcionado -afirma el doctor Francisco Doria Medina, médico psiquiatra, coordinador de la Clínica de ansiedad y estrés de Ineco-.
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Se deben identificar los pensamientos distorsionados que generan el malestar y determinar la severidad de los síntomas y el nivel de compromiso en la vida del sujeto."
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Afortunadamente, "se avanzó en las estrategias de tratamiento de la ansiedad y el miedo, y hoy contamos con ansiolíticos de más rápida acción y más eficacia, y se perfeccionaron las técnicas de psicoterapia cognitivoconductual".
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Claro que si uno espera encerrado a que la ayuda llegue, ésta puede demorarse, indefinidamente.
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Sebastian A. Ríos
LA NACION

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