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Comer rico y saludable no es imposible.
Comer rico y saludable no es imposible.
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Se trata de buscar equilibrio entre la capacidad nutritiva de un alimento y su aporte a las emociones más benéficas.
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Aprender a comer implica vincularse mejor con uno mismo y los demás.
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Creemos que comemos mal porque no disponemos de tiempo o energía para ocuparnos de la comida.
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O creemos que comemos bien porque nos damos todos los gustos o porque compramos productos "light".
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Estamos equivocados:
podemos mejorar nuestra alimentación cambiando de actitud y descubriremos que recuperamos energía y tiempo, así como sabores y gustos que desconocíamos.
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Es la propuesta de Liliana Racauchi, que desde hace treinta años trabaja en alimentación natural y orgánica, vinculada con la meditación y los trabajos corporales.
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Desde hace 14 años reside en Córdoba, en el Valle de Traslasierra, Argentina, y es directora, junto a su esposo, José Bidart, del Centro de Terapias Naturales Las Dalias.
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Publicó varios libros, el último de ellos en coautoría con Bidart, "Alimentación para el cuerpo y el alma" de Editorial Kier, 2009.
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Solemos quejarnos de los desajustes con la comida, más aún en estos tiempos de Fiestas.
¿Qué falla en nuestra manera de alimentarnos?
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Es lo que solemos preguntarnos cuando vienen las contracturas, los problemas digestivos o gastrointestinales, los dolores de cabeza.
Las exigencias y presiones del mundo en que vivimos son tan fuertes, el exceso de responsabilidades es tan grande que no hay resto, y nos damos cuenta de que no se nos ha educado en la importancia del cuidado con las comidas.
Se tiene poco presente que la comida debe cubrir dos aspectos: debe ser sabrosa y debe ser saludable.
Hoy se busca antes que nada que sea gustosa, pero se desatiende la parte saludable.
En los países más desarrollados se enseña a los chicos la tabla nutricional y cómo alimentarse desde el jardín de infantes y la escuela primaria.
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Bueno, también los países desarrollados padecen graves problemas de obesidad, ¿no es así?
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Es cierto, están las dos cosas.
Por un lado hay una mayor conciencia en mucha gente; por otro lado, el descuido y la obesidad son muy fuertes. Pero el problema de fondo, a mi modo de ver, atraviesa a todas las sociedades y es parte de lo que se da en llamar el "estrés global".
Existe una pandemia menos visible que la de la gripe A, que es la de la tristeza.
La gente está triste, desmotivada, desganada, con fuertes temores.
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¿De qué modo se relaciona la alimentación con la tristeza?
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Los alimentos que hoy existen no son los mismos que hace 30 años; la industria alimenticia tiene un nivel de competencia muy grande, se busca abaratar los costos y entonces los químicos que se usan son muy poderosos.
Y están vulnerando la salud de la gente; sobre todo, el sistema nervioso. A esto agreguemos el nivel de exigencia que hay y el cansancio.
Y también la carga electromagnética dentro de la cual vivimos, que también afecta mucho.
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¿La carga electromagnética?
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Así es:
estamos todo el día con los celulares prendidos, con el wi-fi rodeándonos en todo momento, entre computadoras o con el televisor encendido varias horas por día.
Si sacáramos una radiografía en un instante de la vida de esta gran urbe, veríamos un montón de satélites dando vuelta y una cantidad incalculable de ondas que nos llegan todo el tiempo.
Esto agota e impacta en cada uno de nosotros.
El organismo tiene que hacer un esfuerzo muy grande para adaptarse, debe trabajar más de lo que la capacidad humana está en condiciones de procesar.
El dormir menos y la sobrecarga que genera el comer tres veces más de lo que se necesita actúan de la misma manera.
Todo esto abate, produce desánimo y luego este desánimo es el origen de otra serie de enfermedades.
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¿De qué manera concretamente afecta todo esto al organismo?
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Veamos lo que ocurre con los neurotransmisores.
Los neurotransmisores son hormonas, o péptidos (se llaman así) que segrega el cerebro, que van directamente al torrente sanguíneo y hacen a la calidad de nuestra sangre. Serían algo así como la manifestación biológica de nuestras emociones.
Está la serotonina, por ejemplo, cuya ausencia genera depresión, y su presencia, estados de bienestar.
El exceso de adrenalina, por ejemplo, es lo que crea estados de excitación y ansiedad.
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Entonces, ¿según lo que comemos activamos de uno u otro modo nuestros neurotransmisores?
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El tema es más o menos así:
los neurotransmisores se sintetizan a partir de diferentes aminoácidos.
Estos aminoácidos están presentes en determinados alimentos.
Por ejemplo, la serotonina se sintetiza a partir del triptofano que está presente en los cereales integrales, en el pescado, en las almendras.
Alimentos como la cafeína presente en café, mate, té negro y bebidas cola disparan la adrenalina, lo mismo pasa con el exceso en el consumo de azúcar y carnes.
Cuando hay mucha adrenalina, ésta inhibe el funcionamiento de la serotonina.
La presencia de adrenalina tiene que ver con estados de excitabilidad, de enojo, de tensión, de ansiedad; ésta inhibe el funcionamiento de otros neurotransmisores, que tienen que ver con estados de quietud, de calma, de tranquilidad.
Entonces, cuando una persona consume muchos azúcares -que son excitantes del sistema nervioso-, mucha cafeína, muchas grasas saturadas, y no tiene una alimentación que lo ayude a bajar sus decibeles, obviamente va perdiendo aquellos neurotransmisores que tienen que ver con estados de quietud, de tranquilidad.
El resultado es abatimiento, sensación de agotamiento, tristeza.
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¿Cuán grande es la brecha entre lo que deberíamos comer y lo que comemos, en promedio?
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La mesa típica del argentino sigue siendo básicamente carne, pizza, pastas. No hay suficientes verduras, frutas, cereales integrales, fibras en general.
Además también hay mucho café, alcohol, repostería (pan, harinas).
Un tipo de alimentación así significa que no hay posibilidad de un buen drenaje de la sangre.
La sangre se densifica y se generan serios problemas circulatorios y de los órganos en general.
En el mundo entero, los problemas circulatorios son los que más afectan a la gente.
Por eso hay tanta gente hipertensa, otros tantos con colesterol alto.
Son enfermedades epidémicas, no porque sean contagiosas, sino porque están abarrotados los consultorios médicos de gente con estas problemáticas.
La realidad es que esto no se resuelve sólo con una pastilla para bajar la presión o para bajar el colesterol.
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¿Cuál sería la mejor forma de encararlo?
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Antes que nada, con una buena actividad física.
Luego, dejar las grasas saturadas y empezar a comer más verduras y frutas.
Disminuir la cantidad de lácteos, que también son grasas saturadas.
Hay gente que dice "dejé de comer carne", pero vive comiendo queso.
El yogur y el queso son grasas, y ni hablar de los embutidos.
Las harinas no son grasas, pero son carbohidratos simples, lo mismo que el azúcar.
El azúcar tal como se la conoce, las harinas de panes y repostería en general y el alcohol son azúcares que se cristalizan en el organismo.
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¿Debemos "reaprender" a comer?
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Algo así.
Cuando una persona aprende a comer descubre la relación entre el alimento que ingiere, su equilibrio emocional y el estrés.
Si mejoramos nuestra alimentación, las posibilidades de estrés son menores, no hay desbordes, no hay tanta ansiedad.
La salud, en definitiva, depende de tres factores.
Uno es el aspecto químico, la calidad del torrente sanguíneo a partir de lo que se ingiere.
Otro es la estructura corporal, tener un buen esqueleto; o sea, que cada vértebra, cada músculo, cada articulación funcionen bien.
Y después, como la base de un triángulo equilátero, lo psicológico, que es la comprensión de los estados emocionales.
Los tres aspectos tienen la misma importancia para que una persona pueda acercarse a un estado de salud.
Y ¡atención!:
la salud no es la ausencia de enfermedad, es un estado de vitalidad, de alegría de vivir, de ganas de estar despierto y honrar nuestras vidas y la de los otros.
Eso es lo que enseña la "Nueva Medicina", que toma al ser humano como una unidad y no como piezas de automóviles o partes de una máquina biológica, como en general lo toma la medicina convencional.
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Con estos criterios, recomiéndeme una comida sabrosa y a la vez saludable para estas Fiestas.
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Sólo algunas ideas: diferentes opciones de panes naturales, tarteletas y pastas, elaborados con harinas orgánicas y aceites de primera presión en frío.
Arroz integral; ensaladas con variedades de verduras condimentadas con aceites de primera prensada, vinagres naturales y salsa de soja artesanal; budines de pescado.
Platos preparados con quesos orgánicos, ya sea de cabra, búfala o ricota casera.
Variedades de verduras, mostrando sus coloridos, sabiendo que cada color tiene una función terapéutica determinada y que todos son necesarios para nuestro bienestar.
Helados frutales o de vainilla o canela, elaborados con yogur orgánico y miel; budines y pan dulce elaborados con productos orgánicos: azúcar integral o miel, huevos, pasas de uva, almendras, nueces, especias, sin azúcar blanca ni manteca, crema de leche, margarinas o frutas abrillantadas, ni conservantes.
Luego jugos de futas naturales y tés de hierbas serranas.
Todo es un deleite ¡y sano!
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Fabián Bosoer
Copyright Clarín, 2009
1 comentario:
EXCELENTE!!!
Cómo me contacto con Liliana Racauchi?
Muchas gracias
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