martes, 2 de diciembre de 2008

Usan realidad virtual para tratar fobias

El innovador recurso tecnológico permite que los pacientes "ensayen" antes de enfrentar su desafío.
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EXITOSA EXPERIENCIA EN UN HOSPITAL DE PARIS
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Un cuarto pequeño pintado de negro, atravesado por dos barras blancas.
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En el centro, un aro.
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El paciente, que se deslizó en el círculo, lleva puesto un casco con pantalla integrada a la altura de los ojos, del que salen dos antenas, sensores que detectan los movimientos de su cabeza.
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Lentamente, con el mouse de la computadora en la mano, camina por una ciudad virtual.
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Apenas se desplaza, la imagen, recalculada en tiempo real, respeta su punto de vista. La ilusión es perfecta.
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Tiene la sensación de caminar, y eso que no sale de su casa desde hace meses, aterrado por la idea de caerse.
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A tal punto que con el mouse tropieza, al principio, cuando tiene que subir a una vereda un poco alta.
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Y también cuando roza las paredes en ese mundo digital.
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En el exterior de la habitación, frente a su computadora, la psicóloga le sugiere que se ponga en el medio de la calle.
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Ella ve lo que ve su paciente, puede oírlo, hablarle, vigilar sus constantes psicológicas.
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¿Cómo se siente?
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¿Puede evaluar su nivel de ansiedad en una escala de 0 a 10?
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No tiene que dudar en hablarle, sobre todo si surgen algunas imágenes, si se despiertan algunos recuerdos... ¿Puede contar las paradas de colectivo?
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Momento de pánico.
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La voz lo tranquiliza.
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Se quita el casco, sale del box de realidad virtual, vuelve tranquilamente al escritorio de su terapeuta.
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¿Ciencia ficción?
No, una consulta real en el hospital parisino de Pitié-Salpêtrière, en el servicio del profesor Roland Jouvent, psiquiatra, que dirige también un laboratorio en el CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas), el "centro emoción".
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Gracias a la realidad virtual, esa representación informática del mundo en tres dimensiones en la que el hombre es sumergido con la posibilidad de interactuar, el profesor Jouvent evalúa y trata a pacientes fóbicos.
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Los que tienen miedo de caminar, especialmente, ya sea porque sufren de afecciones neurológicas, de enfermedades psiquiátricas o simplemente son ancianos y ya se han caído.
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"Se les fijan objetivos para que se concentren en otra cosa que no sea el hecho de caminar propiamente dicho", comenta Natacha Box, psicóloga.
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"Es una herramienta de la terapia, no es la terapia propiamente dicha: yo hablo con los pacientes antes, durante y después.
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Pero la realidad virtual ofrece un soporte al imaginario, y los pacientes ven rápidamente sus avances y por lo tanto vuelven".
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La confianza adquirida en esa virtualidad de inmersión se traslada a la realidad.
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Pero por seguridad, antes de volver al mundo real, los pacientes deben jugar con un video que implica a todo el cuerpo para volver a tomar conciencia de sus límites.
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En la Salpêtrière, diferentes entornos virtuales (una ciudad, una isla montañosa, un castillo, un puente) permiten poner fin a los trastornos ansiosos: la agorafobia (miedo a los espacios públicos atestados), acrofobia (vértigo), aracnofobia (miedo a las arañas)...
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Un tercio de los pacientes fóbicos se trata actualmente de esa manera y la lista de espera no deja de crecer.
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Por ser lúdico, el método suscita entusiasmo, aun en las personas de edad que normalmente no están acostumbradas a los mundos digitales.
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Sophie, 31 años, frecuenta el box de realidad virtual desde fines de 2006.
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"Sufría de agorafobia como consecuencia de una lesión cerebral.
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Tenía problemas de referencia espacial, me costaba moverme en grandes espacios, en medio de la multitud, experimentaba una sensación de encierro en los lugares cerrados.
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Prácticamente ya no salía de casa".
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Dice que en la actualidad ha recuperado su autonomía y se apresta a volver a su trabajo.
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Hay clínicas de lo virtual, especializadas en el tratamiento de los trastornos de ansiedad. En este momento existen alrededor de diez que están siempre llenas.
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Mediante inmersión en la realidad virtual, se tratan todas las fobias específicas (el miedo al avión, a los ascensores, las tormentas, la escuela, las jeringas y la sangre...) así como las fobias sociales, como el miedo a hablar en público.
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Y hasta el estrés postraumático de los soldados que vuelven de la guerra de Irak o Afganistán, haciéndolos mover en imágenes evocadoras de callejones atestados, de registros de casas, de convoyes atacados.
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Traducción de Cristina Sardoy
Por: Pascale Krémer
Fuente: LE MONDE.
ESPECIAL PARA CLARIN

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