martes, 21 de julio de 2009

Cerebros de diseño



Imagen: Newsweek

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Chips implantables y nuevas “drogas inteligentes” prometen mejorar la lucidez mental, la memoria y otras funciones cognitivas. O borrar malos recuerdos.
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Daryl Kipke tiene en su mano el prototipo más reciente de su empresa, un chip electrónico de vanguardia.
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El dispositivo produce un ritmo muy difícil de quitar de la cabeza:
sobre todo, porque el chip está diseñado para implantarse quirúrgicamente en el cerebro, donde va a transmitir señales o pulsos eléctricos a conjuntos específicos de células.
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La empresa de Kipke, NeuroNexus Technologies, de Ann Arbor, Michigan, asegura que este desarrollo podría aliviar algunos de los síntomas del mal de Parkinson, el trastorno obsesivo-compulsivo y la depresión.
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“La estimulación cerebral profunda no se comprende bien”, afirma Kipke, que también es neurocientífico de la Universidad de Michigan.
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“Pero con esta tecnología, podemos mejorar la selección y la sintonía neuronal”.
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El dispositivo de Kipke es sólo uno de los muchos tratamientos que se desarrollan para los principales trastornos cerebrales, tratamientos que en algunos casos se pusieron en marcha por la explosión de nuevos datos genéticos en la última década.
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Estos trastornos le cuestan a EE. UU. más de US$ 1 billón al año en facturas de atención a la salud y pérdida de ingresos, y es casi seguro que esta cifra se irá a las nubes en la medida en que la población envejece.
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Como resultado, fluyen grandes cantidades de dinero a las investigaciones: US$ 5.000 millones en 2008 de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, además de cientos de millones de las principales empresas farmacéuticas, fundaciones e incluso el Departamento de Defensa, que busca mejores tratamientos para los veteranos con traumatismo cerebral.
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El resultado es una gran variedad de nuevos enfoques para impulsar la agudeza mental y la memoria, y restaurar el equilibrio emocional en las personas afectadas.
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Pero la historia demuestra que cuando los investigadores descubren un nuevo tratamiento que nos hace sentir o trabajar mejor, generalmente no son los verdaderos enfermos quienes acaban obteniendo los beneficios.
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Por ejemplo, el mercado del Viagra ha ido mucho más allá de las personas con casos médicamente documentados de disfunción eréctil.
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Casey Lynch, directora gerente de NeuroInsights, una empresa de estrategias de mercado para la industria neurofarmacéutica, señala que lo mismo ocurrió con los antidepresivos.
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Antes de que la generación actual de estas píldoras surgiera, a finales de la década de 1980, se estimaba que la depresión afectaba a una de cada 20.000 personas, pero hoy se considera que la cifra es de aproximadamente una de cada 10 (debido a diagnósticos más frecuentes y rápidos).
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El avance en el desarrollo de tratamientos para las enfermedades que afectan la memoria y el pensamiento plantea una importante pregunta:
¿las mismas herramientas podrían usarse para mejorar el rendimiento mental en personas sanas?
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Podríamos estar entrando en la era de los “cerebros de diseño”:
quienes nos sintamos un poco confundidos o torpes, podríamos aumentar con una receta o una cirugía nuestro cociente intelectual (CI), la rapidez con que recordamos y la confianza en nosotros mismos.
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“Algunas de las condiciones relacionadas con el cerebro que consideramos normales podrían convertirse también en trastornos”, afirma Lynch.
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Entre ellas, quizás, el pensamiento no tan agudo.
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La idea de una receta para aumentar el CI no es nada nuevo.
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De acuerdo con las encuestas, alrededor de uno de cada 20 estudiantes, y un porcentaje aún mayor de catedráticos, consumen de manera ilícita alguna forma de Ritalina (metilfenidato) o modafinil, dos fármacos aprobados para el trastorno de déficit de atención y la narcolepsia, respectivamente, pero que se usan para aumentar el estado de alerta, la concentración y la memoria.
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Sin embargo, estos medicamentos mostraron una eficacia muy modesta en las mentes normales, y pueden tener efectos colaterales potencialmente graves, que van desde la adicción hasta la sobreestimulación.
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Los suplementos de estrógeno y testosterona también se asociaron de manera muy vaga con una mejora del funcionamiento cognitivo, aunque están directamente relacionados con riesgos potenciales serios.
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Mientras tanto, unos 4 millones de pacientes con Alzheimer en el mundo consumen el medicamento donepezil (Aricept) para reducir la velocidad del declive cognitivo, pero la mayoría de ellos no parecen beneficiarse mucho.
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Originalmente, los científicos esperaban que la decodificación del genoma humano condujera a los pequeños grupos de genes que controlan los principales trastornos y rasgos mentales:
desde la enfermedad de Alzheimer hasta la inteligencia o la personalidad.
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Esto no fue así:
en la mayoría de los casos, los genes individuales influyen muy poco en el cerebro, y la mayoría de los padecimientos surgen de la interacción de grandes y complicadas redes de cientos de genes.
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El desafío no evitó que los investigadores localizaran muchos de los genes de estas redes para tratar de hallar el origen genético de los trastornos mentales, y descubrir posibles tratamientos basados en estos descubrimientos.
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El resultado es que la medicina podría permitirnos desafiar nuestra herencia genética y reparar los daños ambientales en el cerebro, ya sea como pacientes de Alzheimer o como simples personas con poca memoria.
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Entre las técnicas que se analizan está la alteración de genes dentro de las neuronas, e incluso la presión a los genes para crear neuronas totalmente nuevas.
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Por ejemplo, Neurologix, situada en Fort Lee, New Jersey, desarrolla tratamientos genéticos relacionados con el cerebro, entre los que se incluye la inyección de virus inofensivos que insertan genes diseñados a medida dentro de las células.
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Aunque con frecuencia otros tratamientos genéticos experimentales han provocado efectos colaterales graves e incluso fatales, Neurologix espera evitarlos al dirigir los virus únicamente a aquellas células que necesitan reparación.
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La empresa ya sometió a ensayos clínicos un tratamiento para el mal de Parkinson, así como versiones para la enfermedad de Huntington, la epilepsia y la depresión.
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Entre las empresas que buscan fomentar el crecimiento de nuevas neuronas —un desafío que la mayoría de los científicos consideraba imposible hasta hace muy poco tiempo— se encuentra Sound Pharmaceuticals, con sede en Seattle.
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La compañía ya logró restaurar la audición en ratones mediante el bloqueo de una proteína.
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“También vimos cierto grado de generación neuronal”, afirma Jonathan Kil, director ejecutivo.
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Algunas empresas promueven la regeneración neuronal para fomentar las funciones cognitivas y combatir la senilidad, mientras que otras trabajan para restaurar las células de la materia blanca, atacadas por el Alzheimer y otras.
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Las células madre también se emplearon para reemplazar neuronas dañadas, y ya se obtuvieron resultados alentadores.
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Anders Haegerstrand, científico de la empresa Neuro-Nova, con sede en Estocolmo, pronostica que su compañía tendrá en el mercado un tratamiento para la enfermedad de Parkinson, basado en células madre, para 2013.
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“No me atrevería a hablar de una cura humana para la enfermedad”, afirma, “pero curamos muchos monos”.
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Sin embargo, quizás no haya que recurrir a tratamientos tan radicales para mejorar la lucidez y la capacidad de razonamiento.
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Investigaciones innovadoras también contribuyen a marcar la ruta de nuevos medicamentos para tratar trastornos cerebrales:
fármacos que quizás se terminen también consumiendo como “drogas inteligentes” por muchos que no padecen ninguna dolencia grave.
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En la práctica, uno de cada cinco ensayos clínicos que se realizan ahora está dirigido a las enfermedades relacionadas con el cerebro:
fueron probados cerca de 300 medicamentos para el Alzheimer, y al menos 40 de estos remedios tienen la posibilidad de terminar como fármacos para mejorar el CI o la memoria.
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Entre la miríada de pequeñas empresas que surgieron para concentrarse en “drogas inteligentes” se encuentran CoMentis, una empresa del sur de San Francisco que pretende desarrollar un medicamento que reproduzca el efecto de la nicotina sobre la agudeza mental, pero sin sus componentes aditivos; Helicon Therapeutics, que trabaja con una proteína que enlaza la memoria a corto y a largo plazo; y Ceregene, con sede en San Diego, que analiza virus inyectables que activan factores de crecimiento neuronales.
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La empresa Accera, de Broomfield, Colorado, comercializa un “alimento médico”, aprobado por la FDA y que se vende con receta, diseñado para dar energía extra a las neuronas.
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Algunos estudios demostraron que mejora ligeramente las puntuaciones en test cognitivos para pacientes de Alzheimer y otros trastornos.
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“Las puntuaciones comienzan a mejorar 30 minutos después de beber el fármaco”, presume Steve Orndorff, director ejecutivo de Accera.
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Es muy probable que la variedad de medicamentos se incremente rápidamente en los próximos años, a medida que surjan nuevos descubrimientos en los laboratorios.
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El año pasado, por ejemplo, los investigadores hallaron que una proteína denominada “receptor de muerte 6” (DR6 es su sigla en inglés), que desempeña una función en el desarrollo normal y en la “poda” selectiva de neuronas y otras células, también parece provocar una suerte de caos generalizado en el cerebro de personas con Alzheimer y otros trastornos, lo que hace esencialmente que las neuronas se suiciden (un fenómeno conocido como “apoptosis”).
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Los compuestos que bloquean la DR6 interfieren con las señales químicas que gatillan ese “suicidio en masa”, y mostraron resultados cognitivos promisorios en el laboratorio, en especial sobre la memoria.
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Genentech, una empresa de biotecnología con sede en el sur de San Francisco, logró cierto éxito con bloqueantes de DR6 que reducen la velocidad de enfermedades cerebrales en ratones, y podría estar preparada para iniciar ensayos clínicos con seres humanos el año que viene.
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En teoría, esos bloqueantes también podrían resultar útiles para disminuir la confusión y la velocidad de la pérdida de la memoria incluso en cerebros normales que envejecen.
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En otra investigación se descubrieron moléculas cerebrales que parecen desempeñar una función crítica en la formación de recuerdos, y en varios estudios se mostró que invitar estos compuestos químicos en el cerebro puede mejorar la memoria en ratones.
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Los laboratorios incluso probaron que existen drogas que bloquean los recuerdos, una técnica que, en teoría, podría restaurar y agudizar la mente ayudando a borrar de manera selectiva los pensamientos traumáticos y distractores (una idea que parecía exagerada cuando se presentó en la película de 2004 “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, protagonizada por Jim Carrey).
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“Sería grandioso tener este tipo de medicamentos en el arsenal de recursos para mitigar recuerdos traumáticos que no responden a otras técnicas”, afirma Naomi Mael Litrownik, terapeuta de Needham, Massachusetts, que trabaja con víctimas de estrés postraumático.
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Algunos de los resultados más sorprendentes en la alteración de la función cerebral no se produjeron tanto en la ciencia genómica como en las técnicas avanzadas de generación de imágenes, que permiten a los científicos una visión de la forma en que funciona el cerebro.
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Hasta hace unos cinco años, los científicos estaban seguros de que la “inteligencia superior” se asentaba sobre todo en la sección frontal de la capa exterior del cerebro, pero ahora resulta claro que los lados y la parte posterior de esta “materia gris” también contribuyen.
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De hecho, en términos generales, cuanta más materia gris tenga una persona en cualquier parte del cerebro, mayores probabilidades tiene de poseer un CI elevado.
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Por otra parte, la cantidad y la calidad de la “materia blanca” subyacente, que aloja las conexiones físicas entre las neuronas, también se relacionan con la inteligencia.
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El conocimiento detallado de esta estructura cerebral permitió que los científicos experimenten con la aplicación directa de señales eléctricas en distintas partes del cerebro a través de cables y dispositivos implantados.
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Por ejemplo, NeuroNexus espera mejorar su terapia del chip en la médula espinal para permitir que los médicos ajusten, mediante ensayo y error, cuáles de los cientos de nodos de chip serán activados, afinando la respuesta del paciente a medida que se estimulan distintas neuronas.
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Esta profunda estimulación cerebral no sólo demostró disminuir los temblores y controlar los ataques epilépticos, sino que también se asoció en muchos casos con cambios cognitivos y de personalidad, lo que abre la posibilidad de que la agudeza mental y el estado de ánimo también puedan ser ajustados algún día.
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Es posible que ni siquiera se necesite una cirugía cerebral, señala Will Rosellini, director ejecutivo de MicroTransponder, una nueva empresa de Dallas que está a punto de lanzar al mercado un dispositivo que estimula el nervio vago del cuello.
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“Es una forma de reprogramar la corteza desde fuera del cerebro, y algunos resultados son muy alentadores”, afirma.
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Es posible, no obstante, que muchos de estos medicamentos y tratamientos experimentales queden en el olvido debido a sus efectos colaterales.
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E incluso si no fuera así, no es muy probable que los entes reguladores gubernamentales aprueben su uso en personas que no padezcan un trastorno grave.
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Algunos investigadores esperan desarrollar métodos más naturales que puedan tener el mismo efecto que los fármacos y otros tratamientos para aumentar el CI de las personas sanas.
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El cerebro adulto tiene una sorprendente capacidad de reconfigurar sus conexiones mediante ejercicios mentales.
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En la mayoría de nuestros cerebros hay partes relativamente descuidadas, afirma Daniel Siegel, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UCLA.
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Y se las podría recuperar con técnicas sencillas, como concentrarnos en indicadores no verbales cuando conversamos con otras personas, ser más conscientes de lo que pensamos y dejar de realizar varias tareas al mismo tiempo.
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“Cuando una persona hace varias cosas al mismo tiempo, tiende a hacerlas en piloto automático, por lo que no hace participar a las partes del cerebro que conforman conexiones sólidas”, explica Siegel.
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Sin embargo, para muchos la tentación de los medicamentos para mejorar el rendimiento mental podría ser difícil de resistir.
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El dilema ético que conllevan es, sin dudas, un efecto colateral del nuevo conocimiento de las células.
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Por David H. Freedman
NEWSWEEK
elargentino.com
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