miércoles, 27 de agosto de 2008

Balance con claroscuros sobre el tratamiento del stroke en el país


Luciano Sposato
Foto: Miguel Acevedo Riú
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Un estudio que acaba de publicarse muestra que hay varias materias pendientes
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En el tiempo que dedique a leer esta nota, por lo menos dos personas habrán sufrido un ataque cerebral en el país.
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Cada año, 126.000 habitantes de esta parte del mundo (uno cada cuatro minutos) padecen esta afección causada por la súbita pérdida de irrigación o por el sangrado en el cerebro.
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Ambas situaciones pueden provocar el daño o la muerte de neuronas por falta de oxígeno.
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Debilidad en la cara, en un brazo o en una pierna; confusión, problemas para hablar o entender, o un dolor que "parte" la cabeza...
Cualquiera de estas señales -y otras, como falta de visión en un ojo o en ambos, dificultades para caminar, vértigo, pérdida del equilibrio o falta de coordinación- puede indicar el comienzo de un accidente cerebrovascular (ACV), tercera causa de muerte y primera de discapacidad en el país.
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Pero aunque se lo considera uno de los principales problemas de salud pública, no había hasta ahora una evaluación precisa sobre qué tipo de tratamiento reciben los pacientes.
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Un trabajo que acaba de publicarse en la revista científica internacional más prestigiosa en este tema, Stroke , analizó el tratamiento ofrecido a 1991 pacientes admitidos en 74 instituciones locales durante dos años (de 2004 a 2006) y llegó a la conclusión de que, más allá de algunas estadísticas positivas (como una mortalidad aceptable, de 9,1% en promedio), el país todavía tiene que mejorar la capacitación médica y la educación de la población, faltan unidades especializadas y tomógrafos, es alto el nivel de neumonía intrahospitalaria y deficiente la prevención secundaria.
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"Algunos indicadores muestran que estamos haciendo un trabajo relativamente satisfactorio, pero otros, que debemos mejorar", afirma el doctor Luciano Sposato, autor principal del trabajo y director del Centro de Stroke del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, y del Registro Nacional de Accidentes Cerebrovasculares (Renacer) de la Sociedad Neurológica Argentina.
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Proyecciones de la Organización Mundial de la Salud sugieren que la epidemia de ACV seguirá de cerca el aumento de la expectativa de vida. De allí que los países desarrollados hayan puesto en marcha programas integrales para atenuar sus consecuencias.
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Pero la situación en los países en vías de desarrollo, donde ocurren casi el 90% de los ACV y el 87% de los 5,7 millones de muertes anuales por esta causa, es muy diferente.
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"La falta de información estadística confiable es uno de los mayores problemas a los que se enfrentan las naciones emergentes -dice Sposato-.
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La escasez de datos nos impide pensar y desarrollar políticas de salud adecuadas para hacer frente a este problema."
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Tanto Sposato como los doctores María Martha Esnaola, Rafael Zamora, Cristina Zurrú, Osvaldo Fustinoni y Gustavo Saposnik, el grupo de enfermedades cerebrovasculares de la Sociedad Neurológica Argentina y 107 investigadores de todo el país decidieron comenzar a paliar este déficit.

A partir de indicadores que se emplean en Canadá y los Estados Unidos, y de los datos recogidos por el Renacer sobre infarto cerebral (causa del 83% de los casos de ACV en la Argentina), los especialistas evaluaron ocho parámetros distribuidos en cuatro dominios.
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El primero fue el tratamiento agudo: si los pacientes reciben aspirina en las primeras 48 horas o trombolíticos en las primeras dos.
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El segundo se refiere a cómo se administra la internación: cuántos pacientes se internan en unidades de stroke y cuántos días están internados.
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"Si son tratados por un equipo especializado, tienen mayor sobrevida y menos secuelas -explica Sposato-, y el efecto se mantiene durante diez años.
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Y cuanto menos días estén internados, mejor, porque hay menos riesgo de infección."
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El tercer dominio trata sobre las complicaciones durante la internación y la mortalidad hospitalaria. "Tenemos un número alto de neumonías y una mortalidad aceptable", explica.
Y el cuarto se refiere a la prevención secundaria.
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"En este caso, evaluamos cuántos pacientes se van de alta con la indicación de aspirina y cuántos con un antihipertensivo -detalla-.
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Este último es el que nos dio más bajo; sin embargo, sean o no hipertensos, a todos los pacientes debería indicárseles un fármaco para controlar su presión, porque está probado que de ese modo disminuyen la mortalidad y la recurrencia."
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Aunque todavía no se realizó un trabajo comparativo, de los datos analizados surge que es muy alto el número de neumonías intrahospitalarias y muy baja la internación en unidades especializadas.
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"Del mismo modo en que todos los hospitales tienen una unidad coronaria -dice Sposato-, también tendrían que tener una unidad de stroke ."
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Y concluye: "Esta publicación no sólo nos ha devuelto un lugar en el mapa mundial de las enfermedades cerebrovasculares, sino que nos ofrece la posibilidad y a la vez nos pone en la obligación de comenzar a generar un cambio en la calidad de atención en nuestro país.
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Cuando se trata de la salud y el futuro de cientos de miles de argentinos, no podemos cerrar los ojos."
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Nora Bär
La Nacion
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