sábado, 29 de noviembre de 2008

La enfermedad que hace confundir rostros con objetos


Es un extraño trastorno neurológico, llamado prosopagnosia, que puede tener cualquier persona sana y con buena visión. Los detalles
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Imagínese confundir el rostro de su esposa con un sombrero. No es broma. Tampoco crea que sólo puede pasarle a un enfermo mental.
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Se trata, más bien, de un trastorno neurológico llamado prosopagnosia.
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Y, así como el daltónico no reconoce los colores y cambia uno por otro, esta afección impide que las personas perfectamente sanas, y con la visión intacta, puedan reconocer los rostros. En cambio, las confunden con otros objetos.
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Así lo informó una investigación que acaba de publicar la revista Nature Neurosciences , en la que especifica que este trastorno ya conocido tendría una base neurológica como causa.
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Y devela que, si bien estas personas no tienen ninguna anomalía en las regiones cerebrales que permiten reconocer las caras, como la corteza occipito-temporal y las cortezas anterior temporal y frontal, el error se encuentra en la “conexión” de estas áreas, según informó el investigador Cibu Thomas, según un artículo publicado en El Mundo , de España.
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La prosopagnosia se hizo más conocida en 1985, cuando el neurólogo británico Oliver Sacks escribió ''El hombre que confundió a su mujer con un sombrero'', un ensayo en el que recogía algunos de los casos más curiosos con los que se había topado en su carrera.
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Desde entonces, y hasta ahora, los estudios llevados a cabo para tratar de dar con la causa de este trastorno no habían sido capaces de hallar ninguna anomalía en las regiones cerebrales que permiten reconocer los rostros.
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En el nuevo trabajo, incluso, las investigaciones con individuos que padecen prosopagnosia desde su nacimiento (porque en otros casos el problema puede aparecer a raíz de un trauma, por ejemplo), habían mostrado que estas personas tienen una respuesta cortical completamente normal.
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En efecto, las personas con este trastorno son capaces de saber que están viendo una cara, pero tienen dificultades para identificarla.
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Incluso desconocen su propio rostro cuando lo ven ante un espejo.
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A cambio, son capaces de hacer reconocimientos deductivos a partir de rasgos muy característicos (un lunar, un peinado o, como en el libro de Oliver Sacks, un sombrero) o a través de la voz, la ropa, la ubicación en la oficina.
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La hipótesis que Thomas y su equipo han tratado de demostrar en esta ocasión es que el “error” se encuentra más bien en la conectividad entre esas áreas.
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Concretamente, en los segmentos de materia blanca que conectan las regiones encargadas del procesamiento de rostros. La materia blanca del cerebro está compuesta precisamente de fibras nerviosas, encargadas de transmitir los impulsos rápidamente.
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Según comprobaron en seis individuos con prosopagnosia (con edades entre los 15 y los 57 años), la integridad de estas “conexiones” estaba reducida o alterada en comparación con la de otros 17 controles sanos que fueron tomados como grupo control.
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Para ello, utilizaron una técnica denominada de imagen con tensor de difusión (ITD), un nuevo tipo de resonancia magnética que permite medir las moléculas de agua en las fibras de sustancia blanca, encargadas de transmitir la información entre áreas cerebrales.
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Esta idea coincide con trabajos anteriores que habían demostrado que las lesiones que sufren las personas con esclerosis múltiple en uno de estos ''conectores'' (el fascículo longitudinal inferior) podría causarles dificultades para reconocer personas y objetos.
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Eso sí, el trabajo apunta con cautela que sus observaciones deberán ser confirmadas por futuros trabajos, más numerosos, y con técnicas de imagen más sofisticadas.
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Su hipótesis, además, podría explicar porqué la prosopagnosia tiene un cierto componente familiar.
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"Es posible que la expresión anómala de un gen durante un período crítico del desarrollo cerebral embrionario altere la maduración de la materia blanca en la corteza occipito-temporal", sugieren.
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