sábado, 3 de enero de 2009

El altruismo, gran fuente de satisfacción

Estudios muestran que invertir dinero en otros hace más feliz que gastarlo en uno mismo
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MADRID (Diario El País ).-
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En general, los estudios muestran que la felicidad se correlaciona con "beneficios tangibles en muchos ámbitos de la vida", ha escrito Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de Stanford.
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Más probabilidades de estar casado y menos de divorciarse; más amigos y mayor soporte social; más creatividad y productividad en un trabajo de más calidad y bien pagado; más actividad y energía vital; mejor salud mental y física; capacidad de autocontrol, e incluso más longevidad.
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Además, "la gente feliz no es egoísta; la literatura sugiere que tienden a ser más cooperativos, caritativos y centrados en los demás", dice Lyubomirsky.
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Pero esto no basta para sacar conclusiones sobre la fórmula del bienestar vital, para empezar porque no es posible saber si se está más feliz por estar casado o a la inversa.
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Es decir, hace falta diseccionar a la felicidad más y mejor en el laboratorio.
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Los investigadores lo están haciendo, con resultados curiosos.
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Varios trabajos sugieren que la felicidad que los individuos declaran cuando se les pregunta cómo se sienten es muy influenciable por factores intrascendentes, como la formulación de las preguntas o el que se acabe de tener una experiencia buena o mala.
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Así, Kahneman pide a los sujetos que asignen un grado de felicidad a cada una de sus acciones diarias, reviviéndolas, y no sólo dando un valor global.
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Con este método realizó y publicó en Science un trabajo con casi un millar de mujeres que declaraban cuán satisfactorias eran sus actividades: el sexo y salir con amigos y relajarse ante la tele figuraban muy alto en la lista, mientras que dormir poco y una agenda laboral muy apretada eran lo más desagradable.
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De nuevo, familia y amigos se revelan importantes, pero no el dinero (cubierto lo básico).
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Y éste no es el único resultado antiintuitivo.
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Hay más, como que pacientes operados de cáncer puedan sentirse más felices que personas sanas; que víctimas de accidentes muy graves declaren niveles altos de felicidad, o que personas que han ganado la lotería no sean, poco después del susto, más felices que el común de los mortales.
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En los genes
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RAFO>La explicación podría estar en los genes.
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Varios estudios con gemelos indican que hay una especie de nivel permanente y personal de felicidad, al que pasado un tiempo todo el mundo tiende a volver pase lo que pase, o casi.
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Un trabajo con 4000 parejas de gemelos sugirió que el sentimiento de bienestar con la propia vida es genético en al menos un 50 por ciento.
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Otro resultado antiintuitivo: genera más felicidad gastar dinero en los demás que en uno mismo.
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Lo demostró un trabajo de Elizabeth W. Dunn, de la Universidad British Columbia, en el que se daba dinero a voluntarios, se les instruía sobre cómo gastarlo y se medía después su grado de satisfacción personal.
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Este resultado coincide con otros en que la mayor felicidad se correlaciona con acciones de ayuda a los demás.
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El altruismo, concluyen los investigadores, pone sobre la pista de la felicidad mucho más que la búsqueda del placer.
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Pero si el dinero no da la felicidad y el placer personal tampoco,
¿por qué la sociedad actual parece concentrarse en esos factores?
¿Hay un desenfoque generalizado?
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La causa podría ser un fenómeno ilusorio que Kahneman describió, en Science y otras publicaciones, en 2006.
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"Cuando la gente considera el impacto de un único factor en su bienestar -como los ingresos, pero no únicamente-, es propensa a exagerar su importancia; llamamos a esta tendencia ilusión de foco.
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Esta ilusión puede ser fuente de errores en la toma de decisiones importantes", ha escrito este experto.
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Este fenómeno tampoco ayuda a estimar la felicidad de los demás.
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"A todo el mundo lo sorprende lo felices que pueden ser los parapléjicos", ha dicho Kahneman.
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"La razón es que no son parapléjicos todo el tiempo.
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Disfrutan de sus comidas, de sus amigos.
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Leen las noticias. Tiene que ver con dónde se pone la atención."
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Todos estos experimentos tienen un objetivo final:
ayudar a mejorar el grado de felicidad personal.
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No es una utopía, dicen los investigadores.
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Los genes, al fin y al cabo, dejan un 50% de espacio a la autoexperimentación.
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Se puede empezar por estas Navidades: pedir menos a los Reyes y ser, en cambio, más generoso...
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La Nacion

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