miércoles, 4 de julio de 2012

La misteriosa enfermedad de las niñas afganas


Una misteriosa enfermedad está afectando varias escuelas femeninas en Afganistán. Cientos de estudiantes han sido trasladadas a hospitales, y muchos profesores y funcionarios sospechan que han sido envenenadas. Sin embargo, ninguna sustancia ha sido encontrada todavía.
En la Escuela de Bibi Hajera, en la provincia de Tajar, en el norte de Afganistán, el día comienza ahora de manera diferente.
Las chicas llegan con sus velos islámicos blancos limpios, pero antes de entrar en el salón de clases, sus maestros las registran. Todas son sometidas a inspección, incluso la más pequeñas.
El 23 de mayo, las niñas comenzaron a caer enfermas como piezas de dominó. Se sospechaba que la bomba de agua de la escuela había sido envenenada.
"Una de mis compañeras de clase estaba en el jardín de la escuela. Sea cayó al suelo y se la llevaron al hospital. Algunas se enfermaban en la calle, algunas en casa", dice Naziah, quien no ha alcanzado la adolescencia y quiere ser médico algún día.

Manos internacionales

El director de la escuela, Abdul Hai, no tiene ninguna duda de que una mano criminal está detrás de lo sucedido.
"Interferencia externa es la responsable. Los talibanes afganos no son lo suficientemente sofisticados como para desarrollar venenos. Esto fue causado por los enemigos de Afganistán y nuestro gobierno", dijo.
Durante todo el verano, la televisión nacional e internacional ha estado informando de los supuestos ataques. También ha habido niñas enfermas en otras provincias, como Khost, Bamiyan y Nangarhar.
Las imágenes son perturbadoras: chicas jóvenes en camas de hospital con sondas, lamentándose o desmayándose.
En ocasiones, los funcionarios locales han dado información contradictoria. Si una vez dijeron que la enfermedad fue producto del envenenamiento, en otra atribuyeron el caso a una situación de histeria colectiva.
Las jóvenes suelen salir del hospital en cuestión de horas. Ninguna de ellas ha muerto.
Pero las imágenes de las pacientes, presas de la angustia o padeciendo un dolor que parece considerable, han causado indignación.

Talibanes

El dedo acusador también ha apuntado a los talibanes. Los insurgentes, que prohibieron la educación femenina durante su gobierno, parecen sospechosos obvios, en opinión de las autoridades afganas.
Estos niegan su participación y emitieron una declaración en la que señalan a los "invasores y sus medios de comunicación contratados" de emitir falsas acusaciones, como parte de "la guerra de los medios, que no tiene ninguna base en la realidad".
Uno de los primeros ataques ocurrió en el pueblo de Rustaq, en la provincia de Takhar. Cinco muestras de agua fueron tomadas dentro y en los alrededores de la Escuela de Niñas Dabiristan por el Ministerio de Salud Pública.
Pero Afganistán no tiene la tecnología para analizarlas, por lo que la misión internacional en Afganistán, la ISAF, envió las muestras a un laboratorio fuera del país. 
El laboratorio no encontró rastro de nada sospechoso.
"Sólo encontramos las bacterias que se hallan naturalmente en el agua, no hay pruebas de toxinas", dijo el portavoz de la ISAF, el teniente coronel Jimmie Cummings.
Aún así, las niñas siguieron cayendo enfermas. 
Los padres exigían respuestas, y medidas por parte del gobierno.

Sospechosos

A principios de junio, 14 sospechosos fueron detenidos y trasladados a una cárcel de Kabul, a cargo de la agencia de inteligencia afgana, el NDS.
La mayoría de los detenidos han sido puestos en libertad, pero a principios de esta semana, se me invitó a conocer a tres de los sospechosos todavía tras las rejas.
Ningún abogado estuvo presente. Y antes de cada entrevista, un funcionario del servicio de inteligencia (NDS) le dio instrucciones breves a los prisioneros sobre cómo responder.
Los tres están acusados de pertenecer a una cadena de suministro que trajo dos botellas de veneno de Pakistán, a través de la provincia de Kunar, al Takhar.
Uno de los sospechosos, Najibullah, maestro de escuela, me dijo que le dio dos botellas de veneno y 50.000 afganos (US$1.000) a dos niñas. Al menos una de las botellas fue utilizada.
"Fue un error", me dijo, cuando los funcionarios del NDS lo miraban. 
"Fue antiislámico, y fue mi culpa", añadió.
Najbullah dijo haberle entregado dos botellas de veneno a las niñas.
Otro hombre, el mulá Yakub, admitió formar parte de los talibanes y haber ayudado a transportar los líquidos. 
El tercero, Nooragha, niega cualquier implicación.
La presión para encontrar a los responsables de perjudicar a las escolares ha sido enorme. 
Los tres hombres pronto serán entregados a la Fiscalía General para su enjuiciamiento.
Pero a falta de cualquier evidencia física de las toxinas, otros cuestionan si los ataques son reales.
Shrafudin Azemi, profesor de psicología en la Universidad de Kabul, cree que las tensiones de años de conflicto, y el poder de los medios de comunicación, han provocado el pánico entre los escolares afganos.
"Las investigaciones médicas y penales indican un daño mental, no un daño físico, a las víctimas de Afganistán, que ha estado en guerra durante 30 años. 
La gente de aquí están sufriendo bajo un gran estrés", dijo.
En la escuela Bibi Hajera, todas las chicas han regresado a las aulas. 
A falta de evidencia sólida, los hechos son desconcertantes.
Algunos quieren que las niñas dejen de asistir a la escuela. 
Aunque por ahora, la supuesta intoxicación es un misterio que sigue sin respuesta.





Quentin Sommerville
BBC

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