Los científicos describieron las áreas cerebrales implicadas en los procesos que dan permanencia a los recuerdos
Foto: NYT
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Describen los procesos que determinan la durabilidad de los recuerdos y prueban formas de manipularla
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Olvidar aquello que nos ha lastimado, cerrarles el camino a esos recuerdos que vuelven muy a pesar nuestro; recordar sí lo grato, esas vivencias que queremos que nos acompañen de por vida.
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No es tan fácil, no siempre resulta así: los recuerdos traumáticos tienden a volver, una y otra vez, mientras que muchas veces lo bueno pero cotidiano tiende a diluirse en el tiempo transcurrido.
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Pero, ¿cuáles son los mecanismos que determinan la persistencia de un recuerdo?
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¿Cómo el cerebro elige cuáles son las vivencias que permanecerán en la memoria?
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Eso es lo que un equipo de investigadores argentinos y brasileños ha descubierto, lo que abre las puertas para el desarrollo de futuros tratamientos de trastornos tan disímiles como el estrés postraumático o la enfermedad de Alzheimer.
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"Durante los últimos cuarenta años, fueron muchos los estudios que se realizaron en torno a los mecanismos de formación de la memoria; sin embargo, nadie estudió cuál era el mecanismo por el cual los recuerdos perduraban", dijo a LA NACION el doctor Jorge Medina, investigador superior del Conicet y profesor titular de fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
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"La persistencia es la clave de la memoria, sin ella no hay memoria:
los recuerdos son recuerdos sólo si duran", agregó Medina, que desde 2005 integra un equipo de investigación argentino-brasilero que ha sido pionero en el estudio de la persistencia de la memoria, y cuyo más reciente hallazgo acaba de ser publicado por la revista Science.
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Allí, Medina y sus colegas describen, a partir de experimentos realizados en ratas, no sólo los mecanismos cerebrales que permiten a los recuerdos o bien perpetuarse en nuestra memoria o bien desvanecerse en cuestión de días, sino también potenciales blancos para futuros tratamientos que apunten a borrar recuerdos traumáticos o, por el contrario, a darles una pátina de durabilidad.
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La llave del olvido
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En estudios previos, cuyos resultados fueron publicados en revistas científicas como Neuron o Proceedings of the National Academy of Sciences , Medina y sus colegas demostraron la existencia de una nueva fase de la memoria -apodada "fase de persistencia"-, que es la que debe atravesar todo recuerdo para lograr persistir en el largo plazo.
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"Lo que restaba saber era quién controla ese mecanismo que tiene lugar en el hipocampo -contó el investigador-.
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Lo que demostramos y publicamos en Science es que es la dopamina la que activa en el cerebro esta fase de persistencia, y que permite que un recuerdo dure o no."
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Los investigadores -los otros autores del estudio son Janine Rossato, Lía Bevilaqua, Iván Izquierdo y Martín Cammarota- llegaron a esa conclusión tras realizar estudios en ratas, en las que manipularon los caminos de la dopamina.
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"Hallamos que el núcleo que da origen a la inervación dopaminérgica en el hipocampo es una región del cerebro llamada área tegmental ventral:
ese sector se activa en el momento del aprendizaje y, diez a doce horas después, activa al hipocampo para que libere las proteínas que hacen que las memorias duren."
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De los experimentos, surge un dato para nada menor, que es que existe una ventana temporal dentro de la cual es posible torcer el destino de los recuerdos.
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"Podemos convertir una memoria que dura en una que no dura, y viceversa -dijo Medina-.
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Podemos manipular la duración de nuestras memorias."
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De hecho, eso fue lo que hicieron con las ratas en el laboratorio: al manipular el sistema dopaminérgico, por ejemplo, les hicieron olvidar qué lugar del recinto en el que eran alojadas les daba descargas eléctricas.
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Las potenciales aplicaciones terapéuticas del conocimiento que arroja esta investigación son enormes:
desde el tratamiento del estrés postraumático hasta revertir los problemas de memoria naturalmente asociados al envejecimiento, entre otros.
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Actualmente, Medina y sus colegas trabajan en dos líneas de investigación en pos de posibles tratamientos para "borrar" los recuerdos traumáticos.
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Sebastián A. Ríos
LA NACION
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