Es mejor ser millonario en amor y en amistad", cantaba Palito Ortega en la cortina de "Los Roldán", en un estribillo que bien puede pasar por una de las principales conclusiones de la "Economía de la felicidad":
el dinero no compra bienestar emocional.
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O, al menos, compra mucho menos de lo que se pensaba.
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Los estudios económicos sobre la felicidad integran un campo emergente, que surgió en 1974, con los trabajos de Richard Easterlin y su paradoja de que "el dinero no hace la felicidad", pero que recién en los últimos seis años años "explotó" entre los académicos.
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A quienes los acusan de ser algo ingenuos, los teóricos de la felicidad contestan que las estadísticas que hay en este área son abrumadoramente consistentes:
en todos los países la "felicidad agregada" reacciona en forma parecida a fenómenos macroeconómicos como el desempleo o la inflación, y a nivel individual a hechos de la vida privada de las personas como divorcios, fallecimiento de un ser querido, etc.
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Hasta hay una "base global" con millones de datos que indican que son más felices:
las mujeres que los hombres, quienes tienen muchos amigos, los que viven con una pareja estable, quienes gozan de buena salud, tienen presión sanguínea baja, hacen el amor al menos una vez por semana, dedican tiempo a actividades solidarias, votan a la derecha y son religiosos.
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Uno de los pioneros más reconocidos en el campo de la economía de la felicidad es argentino. Rafael Di Tella, profesor de la Universidad de Harvard e hijo del ex canciller Guido Di Tella, viene estudiando el tema desde hace diez años.
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De paso por Buenos Aires, en una charla con Clarín, repasó los principales avances de esta línea:
La denominada "paradoja de Easterlin" se explica en parte por un "período de adaptación":
Di Tella estudió centenares de casos de personas que recibieron un shock de ingreso (ganadores de lotería, herencias inesperadas, etc) y descubrió que la suba de felicidad dura entre 3 y 5 años, tras lo cual se vuelve a un nivel promedio.
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Otro explicador potente de la paradoja es que la gente suele incorporar más felicidad por cambios de estatus (por ejemplo, un ascenso) que por mayores ingresos monetarios.La felicidad es contagiosa.
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Daniel Gilbert, colega de Di Tella en Harvad, halló que los niveles de bienestar emocional de una persona tienen una relación muy estrecha con los de quienes la rodean.
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El "ciclo de vida" de la felicidad tiene forma de "U":
es alta en la infancia y juventud, baja en la edad mediana y vuelve a aumentar en la madurez.
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Encarar actividades inusuales, romper la rutina, rodearse de gente positiva y gastar plata en experiencias antes que en productos (una excursión de buceo antes que varios pares de zapatos, por ejemplo) son decisiones que ayudan a robustecer los niveles de felicidad.
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Subió en promedio, en 2008, la felicidad de los estadounidenses que percibieron un ingreso adicional de 5.000 dólares.
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Clarin
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