jueves, 3 de junio de 2010

El efecto Mundial


Según sociólogos y psicólogos, durante la Copa del Mundo el humor de los argentinos mejora y aumenta el sentimiento nacional, así como también cambia la agenda política y las prioridades de la gente; a ocho días de Sudáfrica 2010, ¿cómo se explica este fenómeno?

Un estruendo cuya duración oscila entre los 30 segundos y el minuto y medio. Un coro desafinado, pero nunca tan extendido ni fuerte. Gol de Argentina. Un momento que, esperamos, se repita reiteradas veces en Sudáfrica 2010. Porque si el fútbol es pasión de multitudes, el Mundial parece una cuestión nacional y, a medida que se acerca el debut, crece una expectativa generalizada. En el país, su capacidad de convocatoria es enorme y según sociólogos y psicólogos, más allá de los resultados, el hecho de seguir a la selección tiene un gran impacto positivo en el humor social.

"Se genera un efecto por el cual once varones interpelan a todo el país y hay una idea de que eso soy yo, que si ellos ganan, gano yo", dice José Garriga, sociólogo y docente en la UBA. "Se produce un mecanismo de identificación que hace sintamos el triunfo o la derrota de los jugadores como algo personal, porque los jugadores representan algo de cada uno de nosotros", explica el psicólogo y autor de "Deportes al diván", Ricardo Rubinstein.

La normalidad de la vida de los argentinos parece paralizada de manera casi obligada por este recreo de la cotidianeidad que trae la Copa del Mundo. El cierre de los gimnasios, la suspensión de cursos y la postergación de exámenes y trámites, son sólo algunas de las actividades que ya comenzaron a reprogramarse por los partidos de la Argentina.

Eduardo Fidanza, director de la consultora Poliarquía indica: "Cada cuatro años se advierte una distensión para relajarse de las normas férreas del trabajo y de las responsabilidades. Hay como un permiso tácito donde cambian las prioridades". La psicóloga social Ana Quiroga señala que "se da un fenómeno de contagio que hace que el desinteresado sea visto como aislado socialmente".

Por otro lado, se advierte un despertar del sentimiento nacional. Fidanza explica el fenómeno: "El sentimiento nacional, que es algo universal, se reactiva con el Mundial. Se provoca un psicodrama similar al que ocurre durante una guerra, o cuando el país gana un premio en el exterior. Es un momento en que se desata ese nacionalismo latente y se borran los sentimientos contradictorios con el país".

Según el sociólogo, el Mundial "es un gran catalizador de muchos otros sentimientos donde se juega el logro y el fracaso". Para Rubinstein, los argentinos "sienten que a través de la selección, lo nacional está en un nivel de jerarquía alto y se genera una sensación de orgullo, de lucimiento cuando las calidades queden bien expuestas".

Quizás por eso es que también las mujeres se ponen la camiseta celeste y blanca. "Ellas se incluyen por el sentimiento de pertenencia al equipo que representa a lo nacional. Durante el Mundial, la mujer no sólo quiere acompañar el hombre, sino sentir que forma parte de esta situación", dice Quiroga.

Además, los psicólogos coinciden en que el clima del mundial puede tener una efectiva función de desahogo. "Aliviamos la angustia momentáneamente mientras miramos el partido y nos olvidamos de las miserias externas y de los dramas internos", dice Rubinstain. "Se genera un efecto contagio que mejora el estado de ánimo general", describe Quiroga.

En definitiva, resulta casi imposible quedar atrapado por ese efecto hipnótico que tiene el Mundial. "Cualquiera de nosotros solo en su casa mirando un partido uno puede gritar los goles, pero si uno lo comparte la euforia se realimenta y dura mucho más. Todo en el entorno esta de festejo y pone a la gente de mejor humor", explica el sociólogo y consultor Manuel Mora y Araujo.

Cambio de agenda.

Con la atención pública puesta en Sudáfrica, cualquier otro tema genera menos atracción. Los políticos tienen en cuenta ese fenómeno y cambian sus agendas en función a lo que suceda en la cancha. "La política entra en un estado de suspensión, porque se considera que no va a haber interés en otra cosa. Los funcionarios saben que los medios de comunicación se van a abocar a ese tema y aprovechan para no interrumpir ese interés y reacomodarse", dice Fidanza.

Sin embargo, todos los especialistas coincidieron en desmitificar la idea de que el gobierno de turno pueda cambiar su suerte gracias al desempeño de la selección. "Es una creencia que se mantiene pero no hay evidencia, de que algún gobierno mejore o empeore su imagen por el Mundial", sentencia Mora y Araujo.

Basta con recordar algunos ejemplos: en 1978 los militares no pudieron torcer su destino y en 1986, Alfonsín ya estaba en dificultades y nada evitó que adelantara las elecciones. "En 2002, con un humor social sumamente inestable por la crisis, se decía que el destino de Duhalde se jugaba en el Mundial, y aunque a la Argentina le fue mal, la caída del ex presidente se determinó por motivos muy ajenos al fútbol. Los gobiernos intentan sumarse a los humores sociales, pero la pelota no los puede salvar", agrega Garriga.

¿Qué sucede cuando ya no quedan más partidos? Los especialistas coinciden en que se tiene cierta sensación de vacío, pero que rápidamente la vida vuelve a la normalidad. "Son identificaciones pasajeras que duran lo que dura el Mundial. Después se vuelve a la cotidianeidad porque es una ficción. El lunes posterior seguimos trabajando", dice Mora y Araujo.

En ese punto, el desempeño de los jugadores sí parece determinar los ánimos. "El desenlace puede trocarse en resentimiento. Si la gente interpreta que no se puso todo, esa pasión se convierte en bronca, si se entiende que se lucho con dignidad, se acompaña en la derrota", indica Fidanza.

"No cambia la estructura social, aunque una victoria sí nos puede marcar nuestras trayectorias personales", describe Garriga. "Más allá del análisis, si la Argentina gana la Copa, voy a llorar como una nena", admite.

Por Maia Jastreblansky

canchallena.com

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