lunes, 2 de febrero de 2009

Las memorias de las células


ADN. Luis Ángel Díaz explica por qué las personas heredan también sentimientos.
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El dolor y la alegría no estarían sólo en la mente, sino a lo largo de todo el cuerpo.
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Algunas investigaciones que en su momento hicieron mucho ruido y que también contenían muchas nueces, hablan (desde hace más de 25 años) de órganos trasplantados que producen ciertos cambios en las costumbres y hasta en los comportamientos de sus nuevos portadores.
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Lejos de las películas de terror clase doble Z en la que el brazo de un asesino se convierte en estrangulador por sí solo, lo cierto es que investigadores como el estadounidense Paul Pearsall se dedicaron a estudiar qué sucede cuando una persona recibe un órgano trasplantado.
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Siempre basándose en un concepto central: la memoria de las células.
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Y es que ahora, algunos médicos, psicólogos, neuroinmunoendocrinólogos, hablan más y de a pequeños grupos de algo que antes se consideraba intocable: la posibilidad de que la información de la que es portador un ser humano no esté únicamente guardada en el cerebro, sino también a lo largo de todo el cuerpo, en lo profundo de sus diferentes células.
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Y así se lo cuenta a NOTICIAS Luis Ángel Díaz, experto en esto de la memoria celular y autor de varios libros, entre ellos “La memoria en las células”.
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Luis Ángel Díaz: Los rasgos, las características, los hábitos, las tendencias, tanto en cuanto a virtudes o deficiencias, están no sólo en el ADN sino también en todo el sistema de memoria del cuerpo: cerebro, espina dorsal, terminales nerviosas… Se han encontrado neuronas en el corazón, en el estómago. La comunidad científica está abriendo los ojos a que haya memoria más allá del cerebro, y con el tiempo las irá hallando en todos los órganos internos.
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Noticias: ¿Y qué cambios implicaría eso para el día a día de una persona?
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Díaz: Es a través de la memoria celular que estamos condicionados a vivir la vida como la vivimos. Todo esto empezó con Paul Pearsall, que a pesar de haber sido considerado un loco por estudiar qué sucede cuando una persona recibe un órgano trasplantado, ahora está siendo cada vez más respetado. Él analiza cómo los rasgos, hobbies y limitaciones de la persona que donó el órgano se transmiten (o no) al receptor.
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Noticias: Parece el típico argumento de la película de terror de bajo presupuesto…
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Díaz: Se pueden heredar tendencias virtuosas, se ha comprobado por ejemplo que hay personas a las que ni siquiera les interesaba la poesía y después de un trasplante del corazón comienzan a escribirla. También se detectaron cambios en la sexualidad, como en el caso de una mujer que era lesbiana y después de la operación deja de serlo. Inclusive se rastrearon variaciones en los hábitos alimentarios. Yo no sé si vas a ir a matar a alguien, pero yo recibí el email de una mujer hace unos meses, contándome que su marido estaba teniendo una serie de cambios de comportamiento que la estaban llevando a pensar en separarse de él. El hombre recibió el corazón de un joven de 25 años que formaba parte de banditas armadas traficantes de drogas. El hombre que recibió su órgano no toma alucinógenos, pero se convirtió en una persona mucho más agresiva de lo que era.
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Noticias: Esto es un poco asustante para quienes esperan un trasplante, ¿no?
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Díaz: No debería serlo… Todos guardamos memoria en nuestro cuerpo de lo que han sido los sucesos felices o traumáticos por los que pasamos a lo largo de la vida.
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Noticias: Si tuviera que localizar esa memoria corporal…
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Díaz: Lo que imprime la memoria en las células es el campo electromagnético, una energía que todos los seres humanos tenemos y que en la Antigüedad se denominaba como “alma”. En algún otro momento se lo llamó subconsciente, la parte escondida del iceberg, esa adonde está toda la información que condiciona la vida de alguien.
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Noticias: Entonces esta teoría considera que uno ya tiene un camino prefijado…
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Díaz: El grado de condicionamiento que tenemos es altísimo, mayor del que podemos imaginar. El color de la piel, la forma de los ojos, de los órganos, de los huesos, de las articulaciones, todo está condicionado por nuestros antepasados. Del mismo modo, recibimos rasgos psicológicos y tendencias emocionales. Lo que pasa es que resulta sencillo aceptar que tengo la voz de mi tatarabuela para el canto, o el mismo talento de mi abuelo para los deportes. ¿Pero qué hay del resentimiento, de los celos, del miedo a estar solo, del temor a que me maltraten? ¿Y sobre la necesidad de ser aprobado, aceptado, incluido?
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Noticias: ¿Cuándo se supone que uno recibe todas estas herencias?
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Díaz: No es verdad que todo empieza en el momento del nacimiento. La vida en el útero es más importante que la vida que llevamos después del nacimiento, lo que vivimos a través de nuestra madre y las experiencias que ella tiene (miedos, cuidados, abandonos, traiciones, traumas, o felicidad) nos impactan de una manera muy fuerte, porque cuando estamos en el útero somos muy vulnerables, copiamos, imitamos a nuestra madre en lo que está sintiendo. Culturalmente se nos enseñó que la formación de nuestra personalidad comienza luego del nacimiento, pero las investigaciones muestran que viene de mucho antes y las generaciones pasadas nos condicionan muchísimo, con hábitos repetitivos en cuanto a conductas, tendencias, virtudes, deficiencias.
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Noticias: ¿Hasta cuántas generaciones podríamos, en teoría, remontarnos?
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Díaz: En cuanto a genética, a veces podemos ir hasta siete hacia el pasado, ya sea que seamos iguales a nuestros antepasados o que hagamos todo lo contrario, sólo para diferenciarnos.
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Noticias: Pero si nos quedamos con esto es como si no tuviéramos salida… estamos condicionados, recibimos dolores, sufrimientos, soledades…
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Díaz: Es cierto que ciertas cosas no se pueden modificar, pero hay muchísimo que sí: los miedos, la adicción a estados emocionales de dolor como la ira o la depresión, la ansiedad. También es factible cambiar dolores físicos y contracciones eléctricas del campo electromagnético que afectan a los músculos o huesos adonde se produce la contracción. Pero para esto, es preciso tomar las riendas, algo que resulta sumamente difícil, porque nuestra cultura es de dependencia. Debemos educarnos desde lo emocional, porque nos hacemos adictos al dolor, a la tristeza, a las adicciones, a las obsesiones, las fobias, los resentimientos, la culpa, los miedos, la vergüenza.
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Díaz y su escuela (él es su mayor representante en América Latina) aseguran que la terapia de CMR o de liberación de la memoria celular se diferencia de la psicología y de la psiquiatría porque “no le diagnosticamos nada a nadie, no le colocamos etiquetas”.
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En CMR no se dan sustancias, no hay suplementos, no hay dietas, no hay gotas, no hay hierbas ni preparados especiales.
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Tampoco hay un profesional que tome las riendas de la terapia, sino alguien que actúa como guía o acompañante.
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¿De qué? “De la conexión con el propio cuerpo que logre la persona, la idea es que uno se encuentre con su propio cuerpo y pueda recordar esas experiencias que lo han marcado, para bien o para mal”.
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¿Hipnosis? No, tampoco.
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